La ultraderecha caldea la calle en Alemania
La muerte de un hombre en una reyerta con extranjeros desató una ola de actos violentos de la ultraderecha que el gobierno de Merkel tardó en condenar
La ultraderecha alemana halló una excusa para lanzarse a “la caza del extranjero” en la ciudad de Chemnitz, en el este del país, a unos 30 kilómetros de la frontera con la República Checa. El asesinato en circunstancias extrañas de un alemán de origen cubano, de 35 años, avivó la llama de la xenofobia. En el altercado, ocurrido durante un festival popular, participaron no menos de diez personas de diversas nacionalidades. La violencia generalizada no se hizo esperar. La canciller Angela Merkel quiso echar paño fríos, pero no pudo calmar la tensión que cunde en su país y en otros de Europa por el arribo de migrantes, en su mayoría ilegales.
Las protestas tienen un aliado incondicional: el partido neonazi Alternativa para Alemania (AfD), primera fuerza opositora, con casi un 13 por ciento de los votos para arribar al Bundestag (Parlamento). En Chemnitz, la tercera ciudad en importancia del estado federado de Sajonia, ese partido obtuvo el 27 por ciento de adhesión en las elecciones de septiembre de 2017. Lo acompaña con su silencio prolongado y sus declaraciones de circunstancia el ministro de Interior, Construcción y Patria de Alemania, Horst Seehofer, partidario de la expulsión de aquellos que solicitaron asilo en su país.
Sajonia, a pesar de ser uno de los länder de la antigua República Democrática Alemana con menos inmigrantes, es un bastión de la lucha contra el islam. Se trata de la cuna de Pegida, acrónimo en alemán de Patriotas contra la Islamización de Occidente. El movimiento islamófobo consiguió reunir cada lunes a miles de personas con el fin de objetar el arribo de musulmanes. Empeoraron las cosas ahora documentos confidenciales aparentemente filtrados por la policía de la orden de detención del iraquí acusado del asesinato de Daniel H. (nombre figurado del alemán de origen cubano). Los ventiló la ultraderecha en las redes sociales para fustigar a Merkel por haber permitido el ingreso de 1,3 millones de refugiados en 2015.
En Chemnitz, de 250.000 habitantes, el grupo de hooligans Kaotic Chemnitz, con entrada vedada en el estadio del club Chemnitzer FC, de la cuarta división, clama: "Nuestra ciudad, nuestras reglas”. Ese grupo surgió de la alianza de hooligans HooNaRa, abreviatura de "hooligans, nazis y racistas". Algunos de sus miembros han sido militantes de los llamados NS Boys, grupo de hooligans de Chemnitz que se separó en 2004 de la barra Ultras Chemnitz 99, prohibida oficialmente en 2006 por el club. Las iniciales NS corresponden supuestamente a Nueva Sociedad.
En esa nueva sociedad no caben los extranjeros, más allá de que en Chemnitz haya ocurrido algo peculiar en 2016. Mohammed, refugiado sirio de 36 años que reside en Alemania, se convirtió en un héroe nacional por haber ayudado a detener a un terrorista islámico que planeaba atentar contra un aeropuerto de Berlín, Jaber Albakr, de 22, también refugiado sirio. Mohammed le dio albergue y comida en su casa, que comparte con un amigo. Luego comprobó en las redes sociales que era buscado por la policía y, como apenas habla alemán, mostró a los agentes la foto del terrorista. Lo detuvieron de inmediato.
En ello no reparó el líder de AfD, Alexander Gauland. Dijo durante una entrevista con el diario Die Welt: "Cuando el Estado no puede proteger ya a los ciudadanos, la gente sale a la calle y se protege a sí misma. ¡Así de simple! Es una obligación ciudadana parar la migración del cuchillo, que trae la muerte. Cuando ocurre un crimen semejante, es normal que la gente explote". La gente de Sajonia explotó en 1989 y derribó el Muro de Berlín. La gente de Sajonia explota casi tres décadas e intenta levantar otro muro. El de la intolerancia.
No se trata de un caso aislado, sino de otro brote de xenofobia en un continente sumido en el rechazo, o acaso en el miedo, a una virtual invasión de desposeídos. Las trabas a los migrantes en la cercana República Checa, Austria, Italia, Malta, Polonia, Hungría y Eslovaquia, así como los incidentes en la valla fronteriza de Ceuta que derivaron en 22 policías heridos y llevaron a las autoridades españolas a restringir el ingreso de migrantes procedentes de África, envalentonaron a la ultraderecha alemana.
Pedro Sánchez, el presidente socialista español, nunca ha de haber imaginado que iba ser elogiado por el extremista partido AfD. Su política inicial de brazos abiertos, estrenada cuando acogió en Valencia a las 629 personas que iban a bordo del barco Aquarius tras ser repelidas por Italia y Malta, encontró un punto de fricción en su propio país, abrumado como otros por el malestar que, en apariencia, provoca brindar mayores beneficios a los extranjeros que a los nativos. Los contribuyentes, en definitiva. Aquellos que exigen retribuciones acordes con sus impuestos en desmedro de la solidaridad y de la memoria.
Twitter: @JorgeEliasInter | @Elinterin
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