Siempre es delicado todo lo que tiene que ver con el estado de salud de cualquier persona. Y mucho más si se trata de la presidenta de la Nación. Ahí ya estamos hablando de la salud de estado. Sobre las espaldas de Cristina Fernández está la conducción de los destinos de todos los argentinos. Esa sola responsabilidad ya la somete a un nivel de hiperactividad y stress muy por arriba de la media. Pero si a esto le sumamos que hace tan poco tiempo perdió a su compañero y socio político de toda la vida, los peligros se multiplican. Cristina ha demostrado ser una mujer fuerte, de carácter y de resistencia pero también hizo público algunos problemas de los que tiene que cuidarse con la máxima atención.

La hipotensión, por ejemplo. La sufre desde hace muchísimos años. Ha sufrido varias lipotimias y desvanecimientos producto de deshidrataciones severas. Por eso cada vez que practica alguna actividad deportiva lo hace, como corresponde, con una botella de agua en la mano. Estos temas no pertenecen a la intimidad de la jefa del estado. En todos los países del mundo y en todas las épocas, la salud de los presidentes es una cuestión de estado.

Sin embargo desde el gobierno reaccionan ocultando información, mezquinando datos y explicaciones como si eso ayudara a ser mejor gobernante a la presidenta. Y es todo lo contrario, la ausencia de información es la mayor fábrica de rumores que existe. Porque además hay hechos objetivos como la cancelación de alguna de sus actividades o sus propias palabras que confirman la fragilidad de su situación anímica y física. Fue ella misma en José C. Paz la que planteó:” Quiero decirles que estoy haciendo un inmenso esfuerzo personal y hasta físico para seguir adelante”.
 
Y como si esto fuera poco, en medio de la voz entrecortada y los llantos aseguró que “mis hijos y esta humilde mujer hemos puesto mucho, hemos dado mucho, hemos entregado mucho”. Obviamente se refería a la muerte de su esposo. Néstor Kirchner solía llevar sobre sus hombros la mochila de la parte más desagradable del ejercicio del poder. Asumía el lugar de escudo protector de su esposa frente a las durísimas presiones que tenía que soportar. Hoy “el”ya no está y “ella” lo extraña como esposa pero también como el pilar donde apoyaba la mayoría de sus decisiones más conflictivas. Algunos medios y periodistas vienen informando esto pese a que son acusados de sensacionalistas o escandalosos.

Los kirchneristas más fanáticos dicen que hay una expresión de deseo cuando se habla de los problemas de salud y de estado de ánimo de la presidenta. Alguien hasta se atrevió a decir que solo les falta “proclamar viva el cáncer”, como hizo una criminal y repugnante mano anónima que pintó eso en las paredes mientras Eva Perón se debatía entre la vida y la muerte. Habrá algún salvaje lleno de odio que especule o sobreactúe todo lo que tiene que ver con la salud de Cristina. Eso es absolutamente repudiable. Pero también es criticable el otro extremo, el de la negación de la realidad, el del ocultamiento de la verdad. Fue la propia presidenta la que dijo lo que dijo en las tribunas.

Fue ella la que confesó que algunos días se levanta “pum para abajo”. Eso significa que la máxima autoridad del país ya suspendió en más de tres ocasiones sus actividades en distintos momentos o que canceló su visita oficial a México para entrevistarse con el presidente Felipe Calderón o este fin de semana su participación en las celebraciones por el Bicentenario de Paraguay. Siempre es necesaria la honestidad y tranparencia informativa. Todos los argentinos, los que votan o no a Cristina deben tener la información más rigurosa. Dilma Rouseff que por suerte superó un cáncer complicado durante la campaña mostró hasta los certificados médicos y las tomografías. Negar lo evidente es lo peor que puede ocurrir.

Es engañarse a si mismo para engañar a los demás. Lo mas cruel que pasó en este sentido fue en una de las internaciones de Néstor Kirchner cuando el canciller Héctor Timerman en su ánimo de descalificar la tarea del periodismo escribió un tuit que decía: “Hay Néstor para rato”. Alberto Fernández en cambio dijo que vió a Cristina “agobiada y al borde de su capacidad física”.Como siempre la única verdad es la realidad. Ocultar o exagerar es malo para todos. Y no le sirve a nadie. Transparencia informativa es el único camino. Es hora de que lo entiendan. De una vez por todas.