En octubre de 2020 hubo más muertes por suicidios que por coronavirus en Japón. Un dato estremecedor. El gobierno incorporó ahora el Ministerio de la Soledad en un país cuyas tasas de natalidad y de envejecimiento aumentan en forma sostenida cada año desde 2010. El número de bebés nacidos en 2019 resultó ser el más bajo desde que comenzaron los registros oficiales, en 1899. Desde 2012 se venden más pañales para adultos que para bebés. Un 28 por ciento de la población tiene más de 65 años. En 2025, según el FMI, “habrá aproximadamente una persona anciana por cada dos personas de edad laboral”.

Ese problema, el del envejecimiento de la población frente a la caída de los nacimientos, también afecta, entre otros países, a Estados UnidosSingapurFrancia y el Reino Unido. La ex primera ministra británica Theresa May resultó ser la pionera en crear a comienzos de 2018 una cartera dedicada a paliar la soledad. Una paradoja en los tiempos de hiperconectividad previos al desmadre provocado por la pandemia de COVID-19. En 2019 se duplicaron los suicidios de menores respecto de los ocho años anteriores. En 2020, esa estadística subió en forma alarmante en Japón por primera vez en 11 años. Más entre mujeres que entre varones.

La soledad es tan perjudicial para la salud como la obesidad o fumar 15 cigarrillos por día, según el neurólogo Álvaro Pascual-Leone, catedrático de la Universidad de Harvard. En el Reino Unido, la mitad de los mayores de 75 años viven solos y, en su mayoría, no tienen ningún tipo de interacción social. Algo parecido ocurre en Japón, donde el ministro Tetsushi Sakamoto, nombrado por el primer ministro Yoshihide Suga, debe conjurar desde el Estado un drama social que no sólo compromete la vida de los ancianos, sino también las de los jóvenes y las mujeres que no ven la luz al final del túnel. El país encabeza la tasa de suicidios por millón de habitantes.

La peste no ha hecho más que agravar la situación debido al aislamiento, sin límites de edad, y la pérdida de empleos

La peste no ha hecho más que agravar la situación debido al aislamiento, sin límites de edad, y la pérdida de empleos. En 2020 se suicidaron algo así como 20.000 personas, 750 más que en 2019. ¿Puede un ministerio atajar la pandemia de soledad, llamada hikikomori en Japón, con la recomendación a los médicos de aconsejar actividades sociales en lugar de recetar medicinas contra la depresión, como ocurre en el Reino Unido? Todo depende de cada uno. Si el filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson creía que la soledad era una “protección contra la mediocridad”, la escritora británica Virginia Woolf iba y venía entre su liberación y su ruina.

Después de un año de brotes y rebrotes de COVID-19, la salud mental se ve deteriorada. La fatiga pandémica, asociada a las olas de contagios, los cambios de hábitos y las medidas de contacto social, no perdona. Cuesta más pedir asistencia psicológica o psiquiátrica que acudir a una guardia por alguna dolencia física. “¿Qué tan a menudo sientes que no tienes alguien con quien hablar o esperas que alguien te llame o te escriba?”, pregunta la American Association of Retired Persons (AARP), dedicada a orientar a adultos mayores de Estados Unidos.

La soledad tampoco perdona. Una epidemia en toda regla, según el médico Vivek Murthy, autor de un ensayo, Work and the Loneliness Epidemic, en el cual estima que cuatro de cada 10 norteamericanos se sienten más solos que la una. Esa expresión se originó a finales del siglo XIX en el País Vasco. Proviene de la campaña de un candidato a alcalde de OndarretaGipuzkoaIñaki Launaguerregaray, conocido como Laúna, que se rehusaba a las alianzas con otros políticos. De Laúna quedó la una. Y en una de cada cuatro casas de España vive una persona sola.  No se trata de un problema del desarrollo o del subdesarrollo, sino de un flagelo que, como el coronavirus, no respeta fronteras ni clases ni sexos ni nada de nada.

Jorge Elías

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