Hugo Moyano, el hombre mas poderoso de la Argentina desafió públicamente a Cristina Fernández de Kirchner, la mujer mas poderosa de la Argentina. Ese choque de gigantes es el dato político clave que enrarece como nunca antes las relaciones de amor-odio que ambos vienen cultivando hace tiempo. Cristina y Moyano muchas veces funcionaron como socios en la defensa del modelo económico y en el ataque a los presuntos enemigos y otras veces, en forma mas reservada y clandestina surgen las sospechas mutuas que hacen cierta esa frase de que no hay química entre ellos.

Nadie sabe si Cristina le factura a Moyano el último de los disgustos que Néstor Kirchner tuvo antes de morir. Ella no se olvida de que antes de acostarse a dormir el ex presidente tuvo un cruce telefónico fuertísimo con el líder de la CGT y eso le despertó un ataque de furia. Ya se sabe que pasaron pocas horas y Kirchner falleció. En el entorno menos peronista de la presidenta se recuerdan dos cosas: todo lo que le costó a Moyano acercarse al lado del ataúd para darle el pésame a la viuda y que su principal interlocutor, el ministro Julio De Vido está muy acotado en su poder y muchas veces queda afuera de las grandes decisiones. La convocatoria a un paro nacional de todo el transporte al que tal vez se sumen el resto de los gremios y la decisión de concentrar una multitud organizada en la Plaza de Mayo es un mensaje contundente y peligroso hacia el gobierno de Cristina.
 
Es una presión inadmisible en democracia para que el poder ejecutivo presione a su vez sobre la justicia para proteger a Moyano. Es una exigencia de complicidad. En un intento de buscar impunidad. De convertir a Moyano en un argentino privilegiado ante la ley al que no se puede investigar como a cualquier hijo de vecino. El mismo concepto vale para sus amenazas al periodismo. Suena primitivo, autoritario y por momentos patético que un jefe sindical se atribuya el derecho a decir que es verdad y que es mentira y decida hacer tronar el escarmiento si algo que se dice o se escribe no le gusta. En 28 años de democracia nadie se atrevió a semejante intento destituyente. Es un bloqueo prepotente contra la Presidenta, la justicia y la prensa libre. La comunidad democrática y los dirigentes de todos los partidos y los organismos de los derechos humanos deben expresar su repudio y condena. Hay que bucear mucho en la memoria para encontrar algo similar. Y solo aparecen delirantes armados como los carapintadas de Aldo Rico o Seineldín que se levantaron en armas contra las instituciones.
 
En este caso Hugo Moyano utiliza una estructura sindical para defender su pellejo. A la justicia solo se le responde con pruebas y evidencias. Si demuestra que es inocente quedará en libertad. Pero si en los tribunales internacionales o nacionales se demuestra que lavó dinero o que se enriqueció ilícitamente o que extorsiona a todo el mundo o que cometió el delito de defraudación al estado o administración fraudulenta debera ir preso como cualquier ciudadano. La huelga del lunes apunta a generar un estado de conmoción interna y a demostrar la espectacular capacidad de daño que tiene. Es como decir no se metan conmigo. O con Moyano no se jode, como aseguran sus compañeros cuando cantan, que risa que me dá, si lo tocan a Moyano, que kilombo se va a armar. Dos mujeres que estan en los extremos del escenario fueron muy duras con Moyano.

Hebe Bonafini que tal vez sea una de las principales defensoras del cristinismo dijo que el camionero va a ser un traidorazo y que prefiere tenerlo lejos. Y Elisa Carrió que tal vez sea una de las mas duras opositoras al gobierno anticipó hace meses que iba a ser perseguido por la INTERPOL y que se puede convertir en una especie de Herminio Iglesias de Cristina. Pero hay otras tres mujeres que tienen gran protagonismo en todo esto.

La más sospechada es Liliana Zulet, tercera esposa de Moyano y CEO del holding. La mas valiente es Graciela Ocaña que trabajó para investigarlo y se fue del gobierno denunciando un país corrupto llamado Moyanolandia. Y Cristina Fernández que es la que tiene que afrontar semejante provocación con la mayor serenidad y lucidez posible. La realidad política entró en una zona de turbulencia. Hay que ajustarse los cinturones y estar muy atentos al cartel indicador que dice: todos somos iguales ante la ley. Que nadie se olvide.