Muchos refugiados, grandes beneficios
Contra los reparos que oponen algunas sociedades, aquellos que huyen de guerras y conflictos son capaces de provocar un impacto positivo en la economía de los países de acogida
Los miran mal y los tratan peor. Quizá porque no saben que los refugiados no representan el costo ni el peligro que muchos declaman, sino el beneficio que pocos conocen. Lo dicen a coro el Banco Mundial (BM) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) frente a una realidad lacerante: 65 millones de personas, la pavorosa cantidad de personas que debió abandonar sus hogares a la fuerza, equivalen a la población del Reino Unido, de Francia o de Tailandia. Dos tercios de ellos, 41 millones, son desplazados que buscan protección en sus países. El resto, 24 millones, se aventura al exterior. Es la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.
Los refugiados escapan de la violencia de Siria, Afganistán, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, Birmania, Eritrea y la ahora pacificada Colombia. Nueve de cada diez prueban fortuna en países en desarrollo. En el Líbano y Jordania, limítrofes con Siria, representan el 18 y el nueve por ciento de la población, en forma respectiva. Una de cada 100 personas en el mundo debe abandonar su hogar, según el Pew Research Center. En Medio Oriente, la región más explosiva, la proporción se reduce a una de cada 20.
¿Qué llevan los refugiados en sus alforjas, además de traumas y miedos? La necesidad de cobijo, estabilidad y progreso, negada por muchos países. Frente al aluvión, la Unión Europea arribó a un pacto de dudosa legalidad con Turquía para evitar la invasión. Grecia, Macedonia, la República Checa, Eslovaquia, Polonia y Hungría cerraron sus fronteras, así como otros Estados, coordinados por Austria, tendieron alambradas y multiplicaron las redadas. De continuar con la cerrazón, causante de más penurias y muertes, países como Alemania tendrán serios problemas debido a la edad de su población. En 2030 habrá más pensionistas que trabajadores.
En lo inmediato, el impacto demográfico a causa del arribo masivo de migrantes puede provocar inflación y desempleo, admiten el BM y el Acnur. Esa situación puede revertirse en el mediano plazo. En los últimos cuatros años, los sirios han abierto 4.000 empresas textiles, de construcción y de alimentación en territorio turco. Brindan empleo a trabajadores turcos. El mayor campo de refugiados del mundo, Dadaab, en Kenia, pasó de ser “un conjunto de refugios rudimentarios a un ajetreado centro regional” por el beneficio que reportó a los comerciantes y los pastores de esa zona semiárida. La transición duró dos décadas. Viven en él unas 330.000 personas, en su mayoría somalíes.
En Karagwe, Tanzania, la mano de obra de los refugiados ayudó a los granjeros a expandir y aumentar la producción. Entre 1993 y 1996 se duplicó la superficie de terrenos cultivados. Creció la cosecha de bananas y porotos. En Guinea Conakry, los refugiados liberianos resultaron vitales para propagar el cultivo de arroz en tierras bajas y pantanosas. No todos van al campo. Es otra realidad de un mundo en el cual desde 2008, por primera vez en la historia, más personas residen en ciudades. Apenas un 24 por ciento de los refugiados y un 11 por ciento de los desplazados va al campo o a centros colectivos. Más de dos millones de personas llevan en el exilio entre 35 y 37 años. La mayoría son afganos.
¿Son un peligro, también? De los 784.000 refugiados que recibieron los Estados Unidos desde el fatídico 11 de septiembre de 2001, sólo tres fueron arrestados por cargos de terrorismo. Ninguno pertenecía a un grupo radical. “Las olas de inmigrantes que han llegado a los Estados Unidos en las últimas décadas han beneficiado la economía a largo plazo y han tenido escaso efecto duradero en los salarios y en los niveles de desempleo para los nacidos en el país”, dice un informe de las academias nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina. Esa conclusión contradice la leyenda urbana sobre la pérdida del empleo y el aumento del delito a causa de la presunta invasión.
La inmigración, agrega el informe, puede aportar una mayor innovación, emprendimiento y cambio tecnológico. En 2012, casi el 53 por ciento de los inmigrantes de los Estados Unidos tenía algún tipo de educación superior. De ellos, el 16 eran egresados universitarios. “Aunque a menudo son dejados fuera del debate sobre la inmigración, estos trabajadores pueden ayudar a elevar los estándares de vida generales”, consignan las academias. Sin ellos, detestados por los xenófobos, “las perspectivas de crecimiento económico a largo plazo de los Estados Unidos serían considerablemente más débiles”. Otro argumento para derribar los muros de la incomprensión.
@JorgeEliasInter | @Elinterin
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