Ayer ocurrió una toma inesperada del centro de la ciudad de Buenos Aires.
Pasadas las cinco de la tarde, una verdadera multitud empezó a caminar hacia el Obelisco.

Salían de los trenes, de los subtes, avanzaban por la calle y desagotaban en el Obelisco.
Iban, casi todos, con remeras de Boca. Para celebrar el Día Mundial del Hincha, el 12, del 12, del 12.

Nadie se hizo cargo de la organización. Fue una convocatoria a través de las redes sociales, que una vez más mostraron cómo se pueden formar grupos afines sin necesidad de pasar por los medios masivos.

Me tocó subirme a un subte justo a la convenida, y por la nueve de Julio no había policías. Ni de la Federal ni de la Metropolitana.

Había gente montada sobre los carteles de Mc Donalds, agitando la camiseta como en la cancha.

Cerca de las 22 horas empezó el desbande. Hubo todo tipo de destrozos, semáforos y teléfonos públicos, contenedores de basura. Un Burger King tomado por asalto.
Los móviles de Crónica TV y de América 24 también lo padecieron. Luego pasaron por Canal 13, y también atacaron el frente.

Había un pobre tipo con una camiseta de Ríver que se llevó una paliza de regalo.
Al cabo del descontrol, quedaron 35 detenidos y 11 policías heridos por piedrazos.
Un despropósito. Pero nadie se hace cargo. El club se deslindó, cuándo no.
Rafael Di Zeo dijo “¿Y a mí por qué me miran?” porque dijo que había estado cerca, pero no en el Obelisco.

El ministro de Seguridad de la ciudad, Guillermo Montenegro, dijo que la actitud de la Federal había sido pasiva. El secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, esta vez no se calzó ningún traje. No apareció.

El jefe de la Policía Federal, Enrique Capdevilla, renunció. Lo reemplaza su segundo, Alejandro Di Nizo. Pero cuando le preguntaron a la ministra Nilda Garré por los motivos del cambio, dijo que no tenía nada que informar.

Es insólito: remueven al funcionario más importante de la policía más importante y la ministra no tiene nada que informar.