Permítame que haga una pausa en el análisis de las elecciones. Creo que los 161 años que hoy se cumplen de la muerte de don José de San Martín lo merecen. Mañana sigo tratando de reflexionar sobre lo que pasó el domingo. Se lo digo porque cuando nombro a San Martín me pongo de pié y lo venero. Y creo que hoy más que nunca nos puede servir como mensaje de unidad. Por que San Martín vive eterno en el corazón de su pueblo. Grande entre los grandes. Es el argentino mas amado por los argentinos.

Hablaba un poquito con la zeta producto de los 25 años que pasó entre españoles y a pedido de la tropa, no era extraño verlo al lado del fogón, cantando y pulsando la guitarra. Se hacía respetar y ejercía el mando con firmeza porque daba el ejemplo de valentía y como estratega. Pero nadie le quitaba el placer de comer un puchero charlando con el cocinero sobre los secretos de los aromas y los sabores o comer un asado a cielo abierto en plena cordillera de los Andes. Mientras la cruzaba en mula, en caballo o en camilla en la más grande epopeya americana que se recuerde, solía abrir los bailes con el minué porque era un prócer de carne y hueso. Y algunos dicen que don José tenía fama de don Juan.

Fue un ejemplo de rectitud cívica en tiempos de traiciones, corrupción y contrabando. Enseñó a no discriminar predicando con el ejemplo: creó el regimiento número 8 de los negros y después les dio la libertad tal como se los había prometido a sus queridos faluchos. Estamos hablando de alguien que como primer acto de gobierno en Perú aseguró libertad de prensa y decreto la libertad de los indios y de los hijos de esclavos y encima redactó el estatuto provisional, un claro antecedentes de nuestra Constitución tan humillada durante demasiado tiempo.

Su gran preocupación fue no concentrar el poder y por eso creo el Consejo de Estado y se preocupó para que el Poder Judicial fuera realmente independiente. Igualito que ahora ¿No? Igual que muchos de nuestros últimos gobernantes que solo se preocuparon por apretar a cuanto periodista dijera alguna verdad, por aspirar a la suma del poder público eternamente y por manipular la justicia hasta ponerle la camiseta partidaria.

Que bien que nos vendría ahora ese San Martín convencido de que la educación era la forma mas profunda de soberanía. Decía que la educación era más poderosa que un ejército para defender la independencia. Es que San Martín era un militar y un guerrero de una capacidad extraordinaria. Pero también un demócrata cabal. El principal lema de la Logia Lautaro que el redactó dice textualmente: “No reconocerás como gobierno legítimo de la patria sino a aquel que haya sido elegido por la viva y espontánea voluntad del pueblo”.
 
Las maestras del primario siempre nos recordaron que jamás desenvainó su sable contra sus hermanos ni por razones políticas y eso que varias veces se lo ordenaron. Disciplina si. Obediencia debida no. En una carta que le mandó al caudillo santafesino Estanislao López que convendría leer en voz alta a nuestros hijos un par de veces al año le dice: “Divididos seremos esclavos”. Justo hoy que estamos tan enfrentados, tan fragmentados como sociedad. San Martín era el que se bancaba con una valentía increíble su solitaria lucha contra el asma y el reuma. El que se levantaba tempranísimo para poder tolerar sus úlceras gástricas que lo llevaban a fumar opio para calmar los terribles dolores que tenía.

Era austero y honrado hasta la obsesión. Incluso le hizo quemar a su esposa Remedios los fastuosos vestidos de Paris que tenía porque decía que no eran lujos dignos de un militar. Manejó cataratas de fondos públicos y murió sin un peso. En su testamento se negó a todo tipo de funerales. La muerte lo encontró en el exilio, casi ciego. Hay muchas formas de intentar definirlo en pocas palabras. El Gran Capitán, el Libertador de América o El santo de la espada. Por lejos es el argentino más grande de todos los tiempos.

Para mi es el padre de la Patria. Por eso hoy lo necesitamos más que nunca. ¡Que bien que nos vendría en estos tiempos de cólera su sabiduría y su coraje patriótico! Que bien que nos vendría que bajara del bronce o se escapara de los libros para darnos cátedra de cómo ser un buen argentino. Porque todavía vive en el corazón de los argentinos. Porque todavía lo necesitamos para recuperar la confianza en nosotros mismos. Para reafirmar nuestra identidad y para que siga sembrando utopías libertarias en el seno de nuestro pueblo y por todos los rincones de nuestra bendita Argentina. Para que nos siga iluminando aún en los momentos más oscuros.

Es el padre de la patria y nosotros, sus hijos, debemos honrar su memoria tratando de multiplicar sus valores y de construir una Argentina a su imagen y semejanza. Llegó la hora de ponernos de pié. Ya pasaron 161 años de su muerte y la patria ya cumplió sus 200 años .Tenemos que hacernos cargo y juramentarnos. Es la ley de la vida. Sin nuestro padre tenemos que construir una patria justa para nuestros hijos.