El rápido acuerdo salarial entre las dos personas mas poderosas de la Argentina le da al año electoral una garantía de racionalidad y estabilidad. Hugo Moyano golpeó la mesa, gritó, pataleó desde las tribunas pero finalmente se alineó con las necesidades del gobierno de Cristina Fernández. El acuerdo es muy interesante: 12% dentro de dos meses. Otro 6% para los dos últimos meses del año. Y el 6% restante recién para marzo del año 2012.
 
Y encima no son porcentajes acumulativos. No tienen nada que ver con las cifras del INDEK que habla del 10,9%. Tiene más que ver con el índice supermercado o changuito. Tampoco es un número salvaje que pueda poner en jaque a la economía. Hugo Moyano es mucho más inteligente de lo que la gente cree.

Tiene una gran astucia táctica que le permitió llegar a donde llegó. Por un lado para la tribuna mediática parece que cedió en el número total del aumento y en la forma escalonada en que los camioneros van a cobrarlo. Eso deja satisfecha a Cristina porque la paritaria camionera funciona como techo para los aumentos.
 
Si el gremio más poderoso y el que más capacidad de movilización y daño tiene, arregla por estas cifras, ¿Qué le queda para un sindicato más chico? Pero simultáneamente, Moyano arregla mayores ingresos para sus trabajadores por otros rubros que son menos espectaculares pero muy efectivos. Por ejemplo, los 69 pesos por día de vacaciones. Y un plus por productividad que resolverían a fin de año. Pero además, la presidenta le garantizó que en las próximas horas va a anunciar el aumento del mínimo no imponible para el impuesto a las ganancias que la CGT venía reclamando. Ese es otro aumento indirecto de bolsillo. Y como si esto fuera poco, se dice reservadamente que están bien encaminados en la devolución de los 9.000 millones de pesos que la central obrera reclama por las obras sociales.

Eso calma a las fieras. La platita es música para los oídos de los muchachos de Moyano. Horas antes, tanto Moyano como la presidenta habían coincidido también en su lenguaje de firmeza e intransigencia. En mantener altas las banderas y el listón de sus demandas. “No vamos a retroceder ni un centímetro”, dijo el líder obrero en el homenaje a Saul Ubaldini en Ferro. “No vamos a permitir que se de ni un solo paso atrás”, dijo la presidenta en la inauguración de la universidad Arturo Jauretche. Moyano se refería a los cargos y al poder político. Insiste en reclamar un vice presidente de matriz obrera, un par de ministros, gobernadores y diputados. Quiere que la política refleje el peso de los trabajadores.

Fue claro la semana pasada cuando reclamó que los intelectuales y políticos que se apropiaron del partido no dejen a los negritos afuera de las listas. Retroceder nunca, rendirse jamás, en términos cinematográficos. En dos palabras: Moyano no frenó con el aumento salarial. Hizo una parada en el camino para cargar nafta.

Nada más. El también dice Nunca menos. Lo de Cristina fue más general. Fue una arenga a los jóvenes estudiantes y una manera de defender el avance de su proyecto. Profundizar el modelo es la consigna.

Por ahora Cristina maneja derecho y por el medio de la autopista hacia el 23 de octubre. Moyano es una especie de copiloto que a veces está tentado de agarrar el volante. Ayer, Cristina y Hugo demostraron que ninguno come vidrio. No los une el amor. Pero si el pragmatismo peronista. Tomala vos, damela a mi.