Pedrito Guerra lo dice en forma maravillosa: “Contamíname, pero no con el humo que asfixia el aire /ven, pero sí con tus ojos y con tus bailes / Lo proponía Pedro Arcanjo, el personaje extraordinario de Jorge Amado en Tienda de los Milagros: la mixtura de las razas como freno a todas las guerras y como apuesta definitiva a la paz.

Su teoría decía que si todos los hombres y todas las mujeres nos mezclamos y nos casamos todo el tiempo con gente de otras latitudes, razas, y creencias, vamos a terminar siendo todos parientes. Y ya nadie va a querer discriminar a nadie porque todos vamos a tener un gen de todas las razas corriendo por nuestra sangre. ¿No le parece una utopía maravillosa y poética? Sería el mejor de los milagros de esa tienda: la integración. El fin de la discriminación. La instalación definitiva en esta tierra de la mejor contaminación, del cruce de culturas, saberes y experiencias. Sería el fin del odio racial. El amanecer de un nuevo planeta llamado convivencia.

Lo digo porque hoy es el día del inmigrante y esa es una palabra que me conmueve hasta las lágrimas. Porque inmigrantes somos todos. Nuestros padres, nuestros abuelos de algún lugar vinieron. Dicen que el hombre desciende del mono pero que el argentino desciende de los barcos.

Eso porque pensamos en una sola de las oleadas de inmigrantes. En los tanos, los gallegos, los rusos, los turcos, todos los que así fueron llamados cariñosamente y como una forma del abrazo en nuestra bendita argentina. Pero yo también valoro la otra ola de inmigrantes. Tan o mas discriminada que la anterior. ¿No se acuerda de los gallegos brutos, o los judíos tacaños? Hoy pasa lo mismo cuando nuestra degradación es capaz de hablar de bolitas, o los chinos del super o los negros de todo tipo que vienen a usar nuestros hospitales y nuestras escuelas. ¿No escuchó nunca acaso ese exabrupto? Yo me alegro de que este país sea una puerta abierta a los “hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, como dice el Preámbulo de nuestra biblia laica que es la Constitución Nacional.

El artículo 25 dice que “El gobierno federal fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar, ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes”.

Hoy es el día del inmigrante porque se recuerda un decreto del Primer Triunvirato de 1812 que ofrecía: “ su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio”.

Y esta tierra se hizo y se sigue haciendo grande con la sangre, el sudor y las lágrimas de quienes se sumaron a los criollos para construir el futuro.

A esa mixtura maravillosa del abuelo gringo que llegó y se arremangó con el abuelo indio que jamás se resignó, como dice la canción. Ese es nuestro crisol de razas. El mejor ejemplo que podemos dar al mundo de integración, cohesión y convivencia pacífica. Hemos sumado a nuestra identidad otras identidades. En sus músicas, en sus comidas, en sus costumbres y lenguajes. La diversidad cultural es nuestra mejor carta de presentación. Es la paleta con todos los colores posibles. Es la contracara del nazismo que creía en una raza superior. Es la celebración de que todas las razas somos superiores. Y que todos somos iguales ante la ley y ante Dios. Mucho mas todavía porque la xenofobia está resurgiendo en muchos países del mundo.

Una buena manera de festejar el día del inmigrante es darle una mano al que, por suerte, es diferente y por suerte es semejante. La migración es un derecho natural, esencial e inalienable de la persona. Una buena manera de festejar el día es acompañar a Pedrito y disfrutar de esa contaminación positiva. Contaminarnos pero no con el humo que asfixia el aire pero si con tus ojos y con tus bailes.

Contamíname, mézclate conmigo

Que bajo mi rama tendrás abrigo.

Hoy, en el día del inmigrante. Y siempre en el día de los sueños.