Vivir bajo las bombas
Un video difundido por Amnistía Internacional muestra el horror en la ciudad de Daraya, Siria, blanco de 6.800 bombas de barril lanzadas por fuerzas gubernamentales entre 2014 y febrero de 2016
En los albores de la Primavera Árabe, a comienzos de 2011, la ciudad siria de Daraya era llamada “la escuela del levantamiento pacífico”. En represalia por su rechazo al régimen de Bashar al Assad, sus habitantes no reciben ayuda humanitaria desde noviembre de 2012. Entre 2014 y el 26 de febrero de 2016, cuando entró en vigor el cese de hostilidades, las fuerzas gubernamentales arrojaron sobre sus cabezas 6.800 bombas de barril, según datos del ayuntamiento. Un video de Amnistía Internacional, con imágenes grabadas por civiles, estremece al punto de mostrar a un niño que yace junto al cadáver de su hermanito. Le pide que no lo deje. Que no muera, en realidad.
Las bombas de barril han matado a 42 civiles, 17 de ellos niños. Son barriles de petróleo, tanques de gasolina o bombonas de gas llenos de explosivos, combustible y metralla. Las lanzan desde helicópteros y aviones. Son tan mortíferas como imprecisas. Si bien dejaron de caer por el cese de hostilidades, las fuerzas de Bashar al Assad mantienen cercada la ciudad. Miles de personas viven sin electricidad y sufren carencias de todo tipo, especialmente alimenticias y sanitarias. El único hospital de campaña en pie ha sido atacado 15 veces por el ejército.
Buena parte de los habitantes de Daraya huyeron de la devastación. Han permanecido en la ciudad, que queda en las afueras de Damasco, la capital de Siria, entre 4.000 y 8.000 personas. Están acostumbradas a vivir bajo el asedio de las bombas. Buscan refugio en cuanto se acercan los aviones o los helicópteros. “Quieren matarme", dice una niña con gafas y pelo rizado cuando se le pregunta sobre las bombas. Otro niño afirma sin pudor: “Tenemos miedo”. Detrás de ellos sólo hay ruinas, escombros, destrucción. “Que Dios se apiade de Daraya”, implora una mujer. Otra admite que cuida a los pequeños en el sótano, aterrada.
Los médicos de Daraya enviaron a Amnistía Internacional listas de más de 100 medicinas, suministros y equipos que se necesitaban en forma urgente, entre los cuales figuran antibióticos, analgésicos y anestésicos, desinfectantes y otro material de limpieza, así como máquinas de diálisis, escáneres para tomografías computadas y camas y camillas de hospital. Al 26 de marzo, un mes después de la entrada en vigor del cese de hostilidades, el gobierno sirio no había concedido el acceso de la ayuda humanitaria en seis zonas asediadas a pesar de las reiteradas peticiones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Entre ellas, partes del Ghouta Oriental y Daraya,
Después de cinco años de guerra sin cuartel, de Daraya, como de otras ciudades sirias, no subsisten más que los recuerdos. Aquello que comenzó en señal de protesta contra las arbitrariedades de la dictadura de Assad terminó siendo un polvorín en el cual intervinieron Francia, los Estados Unidos y Rusia, entre otros, contra el autodenominado Estado Islámico (EI), enemigo de Assad y del Frente Al Nusra, brazo sirio de Al-Qaeda, enfrentado, a su vez, con el régimen. En ese campo de batalla, la oposición moderada y no armada se agrupó en los primeros meses de la Primavera Árabe, pero terminó dispersándose por divisiones internas y falta de apoyo internacional.
Rusia respalda a Assad en defensa de la base naval de Tartus, su única instalación en el mar Mediterráneo. Irán también, pero esgrime un argumento religioso: rechaza al EI, también llamado Daesh, ISIS e ISIL, y a los insurgentes sunitas por ser el país de la región con más población chiita, la rama contraria del islam. En ella están los alauitas, como Assad y su familia. Turquía se sumó a la campaña de ataques aéreos contra el EI, autor de atentados terroristas en su territorio, pero aprovechó para extenderlos contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), vital para los Estados Unidos tanto en Siria como en Irak.
El número de muertos por la guerra en Siria ascendería a 470.000, según el Centro Sirio para la Investigación Política. Eso supondría el 11,5 por ciento de la población. Casi dos millones de personas resultaron heridas. Hay siete millones de desplazados internos. Otros cuatro millones emigraron a países vecinos y, en menor medida, procuraron cruzar a Europa. “Por Dios, lanzan un centenar de barriles por día y es imposible contarlos”, clama una mujer de Daraya, desconsolada. Es la condena de cada día, aunque hayan cesado las explosiones.
Jorge Elías
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