“El código de la discordia”, la miniserie alemana sobre una legendaria demanda a Google
Es la historia de como un grupo de vanguardistas berlineses crearon “Terravision” y la demanda de plagio que debió afrontar el gigante de Menlo Park que fue rescatada por Netflix.
A la hora de elegir una miniserie existen algunas variables que las hacen más o menos atractivas. En este caso, “El Código de la Discordia” (“The Billion Dolar Code”) tiene un montón de condimentos por los que encarar los cuatro episodios que la componen.
Basada en hechos reales, la historia nos lleva a principios de los años 90, en los orígenes de Sillicon Valley, centrándonos en un grupo de jóvenes berlineses, revolucionarios que, luego de la caída del Muro de Berlín, atacaban a un sistema que consideraban injusto. En ese contexto se conocen Carsten Schlüter y Juri Müller, dos personajes de ficción que representan a Joachim Sauter, Pavel Mayer, Axel Schmidt y Gerd Grüneis, los verdaderos impulsores del proyecto.
Esta adaptación utiliza las transcripciones del juicio para contar como un grupo de soñadores, artistas, programadores y activistas se unieron para concebir lo que terminaría siendo una pieza clave de la revolución digital. En esta lucha entre David y Goliath, más de 20 años después la demanda por plagio y de violar la patente del algoritmo que utilizaron para desarrollar Terravision, ocho años antes de que Google lanzara Google Earth.
“El Código de la Discordia” se las arregla para acercar a los espectadores las ideas complejas de los informáticos sin renunciar a los tecnicismos pero haciendo que sean comprensibles para el público y además construye una trama interesante que incluye la batalla legal en los tribunales norteamericanos.|
Uno podría intuir el final de la historia e incluso “googlearla” (término incómodo para los protagonistas) pero no desprenderse de la pantalla durante los cuatro episodios.
La historia, casi desconocida para la mayoría, parece parafrasear a Mel Brooks cuando, en su “Silent Movie”, nombra a la gran corporación cinematográfica que amenaza a los pequeños estudios como “Abarca y Devora”. Entonces, no importan los resultados, hay batallas que merecen ser peleadas.