El líder de un "culto" estadounidense fue sentenciado a 60 años de prisión por abuso emocional y sexual
Larry Ray fue condenado en abril por tráfico sexual y extorsión, derivados del abuso de mujeres jóvenes en el Sarah Lawrence College
Un estafador financiero, acusado de atraer estudiantes a un culto de abuso sexual, emocional y físico en una universidad de arte en Nueva York; fue sentenciado este viernes a 60 años en la prisión federal.
Larry Ray, nacido como Lawrence Grecco, fue declarado culpable en abril de tráfico sexual y extorsión, entre otros cargos relacionados, derivados de la manipulación psicológica y la consiguiente violencia física contra los compañeros de habitación de su hija en el Sarah Lawrence College. "Fue puro y simple sadismo", sostuvo el juez Lewis Liman al presentar la sentencia, luego de decir que Ray, de 63 años, usó su “genio malvado” para atormentar a sus víctimas. El juicio duró cuatro semanas, y durante el mismo el acusado tuvo varios episodios médicos.
La historia inicia cuando Ray se mudó al dormitorio de su hija a fines de 2010. Allí, participó en sesiones de “terapia” con algunos de sus compañeros de cuarto con el pretexto de ayudarlos a abracar problemas psicológicos. Ray se presentó como una “figura paterna”, y el verano siguiente varios de los compañeros de habitación se mudaron a un apartamento en el vecindario Upper East Side de Manhattan. Según las declaraciones en su contra, el monoambiente se convirtió en una casa de los horrores.
El individuo continuó realizando sesiones de “terapia”, convenciendo a los jóvenes de revelar detalles profundamente “íntimos” sobre sus vidas. Posteriormente, “alienó” a varias de sus víctimas de sus padres y convenció a algunos de que estaban “rotos” y “necesitaban arreglos” administrados por él, según los documentos de acusación. Después de asegurarse la confianza de estos estudiantes, Ray comenzó “sesiones de interrogación”, involucrando abuso físico y verbal.
A su vez, acusó falsamente a los estudiantes durante las sesiones, denunciando daños a la propiedad y hasta acusando que una víctima trató de envenenarlo. Incluso, una vez, puso un cuchillo contra la garganta de una víctima masculina hasta que confesó haber actuado mal, y estranguló por el cuello a otro haciéndolo perder el conocimiento. Golpeó a una víctima femenina contra el suelo después de que ella regresó a casa con comida que se enfrió. También obligó a tres mujeres a trabajar en una propiedad familiar en Carolina del Norte, donde guardaba la comida bajo llave, obligándolas a trabajar "en medio de la noche" y a dormir afuera a pesar del calor del verano.
En otro caso, Ray le dijo a una de sus víctimas que debía prostituirse para pagar por presuntos daños a la propiedad. La joven, Claudia Drury, siguió sus órdenes desde 2014 hasta 2018. El estafador, quien había acosado sexualmente a Drury durante varios años antes, luego se adjudicó más de 500 mil dólares que la chica había ganado de la prostitución. “Apenas tengo la energía para existir día a día”, declaró Drury sobre el impacto emocional del hecho.
Por su parte, Santos Rosario, quien también fue victimizado por Ray, dio una declaración de impacto en la víctima en la corte. “Me llevó a intentar suicidarme más de una vez y en un momento, lo contemplaba a diario”, dijo Rosario.
Los fiscales argumentaron que la lujuria por el dinero no era la única motivación de Ray, sino que “también disfrutaba siendo cruel”. “Cuando sus víctimas expresaban angustia o culpa, fingía simpatía y clavaba aún más el cuchillo”.
La defensa de Ray, por otro lado, sostuvo en documentos judiciales que cualquier sentencia que excediera los 15 años sería “innecesaria” y trataron de victimizar al manipulador afirmando que el propio Ray creció en un hogar abusivo. Según la defensa, su abuela lo golpeaba con un látigo de nueve colas, "destinado a un castigo físico severo”. También dijeron que su abuelo lo agredió sexualmente cuando se veía obligado a dormir sobre una pila de mantas en el sótano de su abuela.
Ray también tuvo la oportunidad de dirigirse al juez Liman, mostrándose como una simple víctima más. “Estos tres años que he pasado en la cárcel han sido un infierno”, dijo Ray.