La capacidad de movilización del PRO en el interior pone en jaque las candidaturas
La elección en La Pampa dejó al desnudo una falencia importante del partido de Mauricio Macri.
La primera elección primaria del año, dejo un saldo interesante para analizar. Fue una interna de la alianza opositora Juntos y se impuso el candidato del radicalismo, Martín Berhongaray, por sobre el postulante del PRO, Martín Maquieyra. En definitiva es solamente un resultado, pero con particularidades.
Solamente votó el 10% del padrón habilitado para hacerlo, y la gente mayor de 50 años, fue altamente predominante en el resultado del comicio. Esto arroja datos que conviene considerar.
El PRO, derrotado, no tuvo capacidad de tracción para que sus simpatizantes se acercaran a votar. Seguramente, si lo hubiese hecho, la composición de los votantes hubiese sido de un promedio de edad mas bajo. Los militantes radicales, la mayoría de larga historia de seguir al partido centenario, si estuvieron allí para sufragar por Berhongaray.
El partido que llevó a la presidencia a Mauricio Macri, es joven, su construcción en muchas de las provincias argentinas es rala, se compone de la articulación de dirigentes vecinales y alguna nueva figura, pero sin capacidad de tracción de electores cuando la elección no es obligatoria.
El radicalismo, por su lado, tiene todos los mecanismos de su viejo aparato aceitados y con el entusiasmo de haber encontrado un par de nuevas figuras con que hacer frente a ciertas demandas sociales. Aunque se trate del “hijo de”.
El problema para el PRO es que el modelo se replique en mas provincias. El radicalismo lleva un siglo armando en el interior, tiene un aparato tan extendido como el del peronismo, y en casi todos lados, los “amarillos” tienen estructuras precarias. Incluso, las que parecían mas desarrolladas, como la de la Provincia de Córdoba, se desmoronó cuando Nicolas Massot, autor de ese armado, se desinteresó del distrito para abocarse a la localidad de Tigre.
Con un radicalismo competitivo, a diferencia de lo que ocurrió en 2015, y un liderazgo diluído y debatido entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, un escenario también diferente al de 2015 cuando Macri era el referente imprescindible, el partido amarillo debe enfrentar sus enormes problemas estructurales y nadie sabe como resolverlos.