La obra social que tenía Juan José era la de los Petroleros, y la cartilla indicaba que el lugar donde debía producirse el parto que iba a protagonizar Lillian Clarke era la Clínica Mater Dei, en Barrio Parque. 

Allí, a las 6 y media de la mañana del 11 de agosto de 1959 nació Gustavo Adrián Cerati.

Cuando pudo salir de la zona de confort que representaban los brazos de su madre, el niño construyó su mundo. No le interesaba desarmar los juguetes para ver qué había adentro, él disfrutaba dibujándolos. Ese fue su primer talento visible: el dibujo. 

Avanzó en la escuela primaria y empezó a interesarse en la música: lo mandaron a estudiar guitarra. Llegó la secundaria y sus pasiones crecieron: la música, por un lado, el dibujo por el otro. Se la pasaba diseñando tapas psicodélicas de imaginarios discos de imaginarias bandas de rock.

En esos tiempos, su padre empezó a viajar seguido a Miami por cuestiones laborales y Gustavo esperaba esos regresos con muchas ansias, ya que Juan José le traía discos que acá ni se sospechaban: los Beatles, Led Zeppelin, Deep Purple. 

Un día, se hizo pasar por un músico para subirse al avión y traerle en un estuche una guitarra Gibson color marrón. Gustavo durmió esa noche pegado a ese instrumento que para él significó lo mismo que cuando a Diego Maradona le regalaron una pelota número cinco.
Tocó, probó, insistió y un día lo llamaron para participar en una bandita llamada Koala que actuaba en cumpleaños. Además, tocaba la guitarra en la parroquia. Y empezó a escribir canciones.

Estaban próximas a abrirse las puertas esperadas, que superarían todos los sueños posibles.
El destino quiso que se tejiera una historia maravillosa para iniciar una aún mayor. Charly Alberti, un jovencito que era hijo de un reconocido baterista de jazz (compositor de la canción infantil “el elefante trompita”), intentó un acercamiento con la hermana de Gustavo Cerati, pero ella no le dio bola. Charly insistía y le hablaba de que era músico, de que tocaba la batería. Un día la llamó por teléfono y ella, ya cansada de decirle que no, le dijo: “mi hermano toca la guitarra, te paso con él a ver si organizan algo”. Y le pasó el tubo. Laura Cerati se lo quiso sacar de encima a Charly Alberti y propició, sin imaginárselo, el nacimiento de la banda argentina más importante de la historia.

Hablaron un rato y Gustavo le dijo a Charly: conozco un bajista. 
Se llamaba Héctor Bossio y como siempre llegaba tarde a casi todos lados, le decían Zeta.

Arriba del garaje de la casa de los Alberti había un cuartito donde se hacía música. Allí se reunieron los tres y hablaron durante horas. Cuando se fueron ya entrada la noche dejaron varias cosas acordadas. 

Había nacido Soda Stereo.

Bajo la primera inspiración de The Police y luego de un año de ensayos en el cuartito de arriba del garaje, tocaron en vivo por primera vez en el cumpleaños de Alfredo Lois, que fue un integrante importante en el armado de la banda.

Los hermanos Moura, de Virus, vieron al grupo tocar en Zero Bar y a pesar de que tocaban de manera desprolija, quedaron fascinados. Llamaron a su mánager, Carlos Rodríguez Ares, para que los contrataran.

Federico Moura fue el productor del primer disco de Soda Stereo, que apareció en la calle el 27 de agosto de 1984 y que fue presentado a la prensa en un Pumper Nic.

Gustavo Cerati, el músico alado

Gustavo había empezado a salir con Tashi, una chica que había vivido en Europa, que era algunos años menor que él y a la que no le gustaba la música que Gustavo hacía.

La banda empezó a hacer shows constantes, tocaban en discotecas todo el tiempo. Con la asistencia de Tashi modificaron su look, copiando en parte lo que mostraba Robert Smith, el carismático líder de The Cure.

El furor Soda se estaba consolidando. En noviembre del 86 se presentó Signos, con ventas de antemano que lo convertían en disco de platino. Y ese mismo mes el grupo emprendió su primera gira internacional, actuando en Bogotá y Medellín. Se abrieron las puertas impensadas.

Gustavo Cerati pasó a transitar por una vida irreal: rutina de aviones y micros en gira, hoteles de fantasía, chicas, shows, madrugadas.

Tan apresurado sucedía todo que de pronto se puso de novio con Belén Edwards y se casó. Se fueron de luna de miel y al regreso se hizo la presentación de Signos en Obras.

La bola incontenible de fama seguía en expansión. Su nueva vida significó un nuevo hogar. Se mudaron a un edificio de Cabildo y José Hernández, en el departamento cuarto B. El del Pic Nic.

El fenómeno trascendió fronteras. Se desató la Sodamanía en todo el continente.

Y tratando de abrir nuevos mercados, un día se encontraron en México entrevistados por Verónica Castro. Soda tocaba el cielo con las manos mientras el matrimonio de Gustavo hundía los pies en el barro. No tardaría mucho en terminar.

Un día que Belén se había ido, invitó a Tashi, aquella jovencita que ponía parámetros altos de aprobación a la música de Gustavo. Se sentaron en el piso de la habitación y él le hizo escuchar una grabación de su última inspiración.

Le dijo: “escuchálo bien, esto es lo más lejos que llegué”. Y sonó “Me verás volar, por la ciudad de la furia…”.

Cerati escapaba de la ciudad de la furia con Obelisco y tocaba en otras ciudades de la furia, como Santiago de Chile. Y en uno de esos interminables shows conoció a una adolescente que lo deslumbró: se llamaba Cecilia Amenábar, era una jovencita de alcurnia y tuvo que hacer todos los deberes para conquistarla. La madre no la dejaba salir demasiado y se produjo una escena admirable: una de las máximas estrellas del rock latinoamericano yendo a visitar a su novia al living de su casa.

Llegó Doble Vida, siguieron las giras maratónicas, y hubo un impasse entre Gustavo y la joven chilena.

El 7 de agosto de 1990 apareció Canción Animal y para presentarlo se armó el tour más grande que un grupo argentino había ideado hasta allí. Más de dos meses de gira por todo el continente. La historia se inició en el estadio de Vélez.

En el 92, para sacar un poco la cabeza del monstruo devorador de energía que era Soda, Gustavo hizo un disco delicioso con su amigo Daniel Melero. Se llamó Colores Santos.

Gustavo Cerati, el músico alado

Después apareció Dynamo, pero Gustavo ya no podía más, quería tomar decisiones sin consultar. Era algo que su fama le pedía a gritos. Y las internas en Soda crecieron, sobre todo por el desgastante tema de los derechos de las canciones.

Lo cierto es que abandonó todo y se fue a buscar a Cecilia a Chile. Allí se instaló. El 19 de mayo del 93 se casó con ella, se fueron a vivir juntos y nacieron Benito y Lisa.

Lo que le quedaba a Soda era Sueño Stereo, el último disco. Y la separación, que duraría 10 años.

El diamante se sigue puliendo

Una vez terminada esa historia tan potente, Gustavo comenzó a reconstruir su entorno, buscando en artistas jóvenes una compañía creadora. Así aparecieron Flavio Etcheto y Leo García. La separación de Soda lo había liberado y emprendió su carrera solista.

No sin miedo. Muchas veces charlaba con su amigo Eduardo Capilla y surgía el temor por la repercusión que podrían tener sus días futuros sin Soda.

Recién en el verano del 99 se puso a trabajar firmemente para dar ese paso trascendente. 

Bocanada salió a la calle en junio de ese año. El primer corte fue Raíz. Y el segundo un tema delicioso llamado Puente.

Durante un tiempo hubo una pequeña lucha con su público. En sus shows siempre aparecía alguno que le pedía algo de Soda. “Para eso quedan los discos”, respondió Gustavo. Esto es otra cosa.

Y claro que era otra cosa. Aunque Soda Stereo también era él, su carrera solista alcanzaría niveles bastante superiores.

Armó una banda y volvió a las giras. Allá por el 2000 anduvo por Estados Unidos y Centroamérica. Ya pasados ​​los 40, volvía a las andadas. Fue el momento donde comenzó a resquebrajarse su relación con Cecilia. 

Apareció Débora del Corral, a la que se había encontrado en un recital de música electrónica en Londres. Gustavo la conocía: había sido la novia de Charly Alberti. Llegó pues el anunciado final turbulento con Cecilia Amenábar.

Siempre es hoy salió a fines de 2002, y tuvo como vocalista invitada a Débora. Gustavo presentó el disco en el Luna Park y sólo vendió una función. Bersuit hizo cinco.

Se fue de gira por Latinoamérica y Estados Unidos. Y con su laptop comenzó a construir sus nuevos sonidos.

También el tiempo se llevaría a Débora de su vida, que según cuentan había iniciado a sus espaldas una relación con un músico.

Le rompió el corazón. Fue una noche a cenar a los de su madre y le dijo: “Mamá, por fin una mujer me deja a mí”. La historia con Débora duró 4 años.

Y Cerati volvió al rock. Su nuevo trabajo se llamó Ahí vamos.

Gustavo le dio a su pequeño hijo Benito la música de una canción y el chico le trajo escrito en un papel: Poder decir adiós es crecer. Y en otro párrafo: Suspiraban lo mismo los dos.

Volvió el rock de guitarras. Fue un disco de resurrección.

Antes de la presentación, estuvo internado por una tromboflebitis. Una advertencia firme.

Y encima, volvió Soda

Se unieron los planetas y el regreso se produjo. Se juntaron a ensayar, luego de años sin verse. “Somos la peor banda de covers de Soda”, le dijo a un amigo. Pero los ejes se fueron aceitando y lo que sucedió fue maravilloso. Un regreso a un nivel extraordinario.

Me verás volver, fue una revolución. El broche de platino para una banda mítica.

Gustavo Cerati, el músico alado

Y después, Gustavo volvió a su normalidad, comenzó a construir canciones, lo llamó a Richard Coleman para que se sumase. Ya para ese entonces estaba de novio con la actriz Leonora Balcarce, aunque esa relación duro sólo un año.

Llegamos a Fuerza Natural. El 11 de agosto de 2009 Gustavo Cerati festejó su cumpleaños número 50 con una fiesta en su casa de Vicente López, con su nuevo disco como música de fondo.

Y salió de gira para presentar el material flamante. La gira terminaba en Caracas el 15 de mayo de 2010.

Y esa última noche, vistiendo un traje blanco, allí en el Auditorio de la Universidad Simón Bolívar de Caracas emprendió el último tema de su vida, que tenía un solo de guitarra que sonó fuera de lo común.

Y se inundó en un lago en el cielo .

Terminada la función, le pidieron que se acercara para una foto grupal y sus ojos estaban perdidos.

Volvió al camarín. Adrián Taverna y Nicolás Bernaudo lo siguieron y cuando entraron lo vieron acostado medio desvestido. Llamaron a la ambulancia y lo llevaron a una clínica llamada La Trinidad. Allí Gustavo estuvo consciente pero no emitió palabra.

A la noche, mientras dormía, la zona de su cerebro infartada por la falta de irrigación se fue llenando lentamente de agua. Allí descubrieron que había tenido un accidente cerebrovascular.

El 7 de junio, en un avión sanitario llegó a Buenos Aires y luego pasaron cuatro interminables años de Cerati en coma. A las 9 de la mañana del 4 de septiembre de 2014, se terminó la odisea.

Gustavo Cerati era ya una leyenda.

Llovieron los homenajes, los recuerdos, las lágrimas.

Y un dato erróneo que nos quieren hacer creer. Dicen que Cerati está muerto.

Y es mentira.