José María Muñoz, relatos de fútbol, cielos e infiernos
A 29 años de la muerte de “el relator de América”
En plena guerra de Malvinas, en el triste año 1982, José María Muñoz abrió su histórico programa deportivo de radio “La Oral Deportiva” haciéndose pasar por uruguayo. El rumor de un bombardeo a la ciudad de Buenos Aires lo precipitó a ese absurdo.
“Si los ingleses captan la onda de Radio Rivadavia se van a confundir”, justificó ante sus compañeros. Le dijo al aire a su compañero Juan Carlos Morales (segundo relator de la casa): “Qué tiempos aquellos, Juan Carlos, cuando teníamos la delantera de Abbadie, Rocha, Sasía, Spencer y Joya”.
Y cuando un colaborador le quiso entregar la formación de River, gritó: “Eso ahora no, somos uruguayos. U-ru-gua-yos ”.
José María Muñoz, el relator de América, nació en el barrio de “Las Cañitas” el 25 de agosto de 1925. Hijo único, perdió a su padre muy temprano y tuvo que dejar la escuela para poner el hombro laburando.
Su madre comenzó a trabajar como empleada doméstica y el jovencito Muñoz tuvo que hacerse grande a la fuerza.
Trabajó en una farmacia de Belgrano y cuando ya estaba abandonando los cortos entró a FAMA (Flota Aérea Mercante Argentina), el antecedente de Aerolíneas Argentinas.
Allí llegó a ser segundo jefe y estuvo a las órdenes del Ingeniero Álvaro Alsogaray.
El fútbol
Un día fue a la cancha de Quilmes y vio como los periodistas pasaban las informaciones del partido a sus medios. Le gustó.
De inmediato se presentó ante el Dr. Edmundo Campagnale, director del equipo deportivo de Radio Rivadavia y uno de los creadores en 1933 de “La Oral Deportiva”, para pedirle una oportunidad que no desaprovechó.
Comenzó a cubrir las informaciones del Quilmes Atletic Club.
Uno de sus berretines de chico era relatar partidos de fútbol y buscó esa chance. La encontró rápido.
“El primer relato lo hice en 1947. Edmundo Campagnale me llamó a la cancha de Nueva Chicago y me pidió que transmita el partido. Agarré el teléfono y salí al aire. Me fue bien, gracias a eso me nombraron relator suplente”.
Comenzó a formar parte del equipo comandado por Luis Elías Sojit, aquel relator que en los días de sol exclamaba “hoy es un día peronista”.
En 1952 fue a los Juegos Olímpicos de Helsinki, en Finlandia, donde relató la consagración de la dupla Capozzo-Guerrero en remo, la que fue la última medalla dorada argentina durante más de medio siglo.
En el 55, con la caída de Perón, se terminó esa organización para transmisiones deportivas y Muñoz cayó en la volteada. Estuvo dos años alejado del periodismo, trabajando en una ferretería con su cuñado.
Volvió en las sombras. Comenzó a relatar para la organización “Olímpica Teleradio”, que hacía los partidos del ascenso los sábados y un partido del domingo de Primera. Pero no lo nombraban. Seguía manchado por haber pertenecido a las huestes de Sojit.
En 1962 hizo el Mundial de Chile para Radio Belgrano y retornó a Rivadavia para hacer dupla con un comentarista extraordinario: Enzo Ardigó. Allí llegó el despegue definitivo. Ya era época de radios portátiles en los estadios.
Fue el comienzo del esplendor de un hombre que tuvo al trabajo como su precepto número uno y que a la falta de formación académica la reemplazó con un esfuerzo incansable.
Un imán para las anécdotas
* Mientras transmitía Manchester United-Estudiantes en Old Trafford (final intercontinental 1968) gritó al aire de dolor porque le pegado un paraguazo. "¿Quién me pegó un paraguazo?"
* En la cancha de Racing se jugaba un partido malísimo y en una jugada sin trascendencia aplicó su famoso “peligro de gol”. Su comentarista, Pepe Peña, le retrucó al aire: “No mientas más Gordo, no vas a mejorar el partido”.
Cancha de Estudiantes, 1972. Se demoraba el inicio del partido. Y Muñoz, ofuscado, le preguntó al periodista de campo de juego, Dante Zavatarelli… ¿Quién es el que está en el campo impidiendo el inicio del partido?
Soy yo, Muñoz –respondió Zavatarelli.
* Muñoz se comunicó con la Base Marambio en el Antártida (como hacía habitualmente) y allí llovía. Se comunicó con Roma y allí llovía. Cuando comenzó a llover en la cancha que estaba, exclamó: “Señores podemos decir que está lloviendo en todo el mundo”.
La oral deportiva
El programa creado por los hermanos Campagnale tuvo desde 1958 el comando de José María Muñoz, que abrió el abanico a todas las actividades deportivas y llegó a tener 150 periodistas, muchos de ellos destacadísimos como Bernardino Veiga, Ulises Barrera, Julio Ricardo, Néstor Ibarra, Horacio García Blanco, Enrique Macaya Márquez, Juan José Lujambio y hasta un jovencito llamado Marcelo Tinelli.
Muñoz fue Jefe de deportes de Rivadavia durante muchos años e indudablemente convirtió a sus transmisiones en un clásico de la radio, las más escuchadas del país hasta la llegada en 1981 de Víctor Hugo Morales.
Alguien dijo acertadamente que el fútbol sucedía dos veces: en la cancha y en la garganta de Muñoz.
El lado B
En el lado B del “relator de América” hay varias cosas para señalar.
Primeramente, su apoyo (inconsciente o consciente, vaya uno a saber) al Proceso de Reorganización Nacional que incluyó el fervor propagandístico del Mundial 78.
“En este siglo no tendremos otra cosa tan importante como ésta para promocionar al país. Es hora de que nos demos cuenta”.
Muñoz era un cuadro de poder.
Uno de sus comentaristas, Julio César Calvo, contó: “A mi hermana Adriana Calvo de Laborde y a mi cuñado los secuestraron en 1977 en la provincia de Buenos Aires. El Gordo sabía lo de mi hermana y me ayudó. Gracias a sus contactos con los militares, yo pude rastrearla”.
Muñoz fue el artífice de una famosa convocatoria en el 79 que hizo desde la radio para que el pueblo fuera a demostrarle a los enviados de la OEA (Organización de Estados Americanos) que “los argentinos somos derechos y humanos y no vamos a permitir esa campaña de difamación contra el país”.
Ante los diversos ataques, Muñoz se defendió: “Soy un simple asesor y no cobro ni un centavo por eso. Aporto el optimismo de todo argentino para que el Mundial sea un éxito de nuestro país. Sé que muchos comentan “Muñoz se la lleva toda”. No respondo a los energúmenos que difaman. No soy un demagogo ni me hice rico con el Mundial”.
Los furcios y las primeras batallas
Entre la velocidad del relato y su escasa formación previa, Muñoz cometía errores.
Alguna vez habló de la policromía de colores, de penales dentro del área, confundió a Dorian Gray con un arquero extranjero, y se preocupó por las calles abnegadas.
“Los relatores, a diferencia de los periodistas gráficos, no podemos borrar ni tachar. El relato de un partido es un examen en vivo. Un incendio o un milagro”.
Durante el Mundial ’78 libró una batalla contra Clemente, el personaje creado por Caloi, que pedía insistentemente que los hinchas arrojaran papelitos al campo de juego para celebrar, a lo que Muñoz se opuso. Perdió aquella contienda, claramente.
Uno de sus detractores fue el notable periodista Dante Panzeri, que se refirió en 1975 a “los Muñoces”, integrantes de “una filosofía periodística que tiene a Muñoz como abanderado. Muñoz es el bastonero de una línea connotada por el grito, la destemplanza y el exitismo”.
Últimos relatos
En el 88 murió su mujer Haydee y en enero del 89 le detectaron cáncer de riñón.
La última aparición radial la hizo el domingo 11 de octubre en un superclásico. Manejó la transmisión desde la clínica con un teléfono celular mientras Juan Carlos Morales relataba el partido en el estadio.
Murió el miércoles 14 de octubre de 1992, a los 68 años.
Esa noche en la Bombonera se jugó un amistoso entre Boca y el Sevilla de Maradona.
Antes del inicio del partido se hizo un homenaje a la memoria de José María y por los parlantes se escuchó un gol de Maradona relatado por él.
Nada mejor para cerrar una historia fuera de lo común.
La del incansable José María Muñoz, el Gordo.
El relator de América.