Las redes sociales otra vez son noticia por hechos de violencia digital. Esta vez la víctima es Joaquín Nahuel, un niño de 10 años, protagonista de una de las pocas historias positivas que escuchamos en los últimos tiempos. Joaquín se hizo conocido por cocinar tortas para juntar plata para un tratamiento que le permita tratar las secuelas que le dejó un grave accidente doméstico. 

Su historia tuvo amplia repercusión, fue recibido por el plantel de Boca y por el célebre repostero Damián Betular. Pero los odiadores lo hicieron blanco de sus críticas en Twitter y su madre subió este mensaje a la cuenta del niño: "¡Soy la mamá de Joaco! Sepan disculpar, pero ya no va a tener Twitter. (…)Yo entiendo que Twitter sea así, pero es un nene y esto le está haciendo mal. Empezó con preguntas y es por eso que empecé a revisar”.  

La pregunta es: ¿a quién puede molestarle una historia tan conmovedora? ¿quién puede pensar que es gracioso hostigar a un nene de diez años que se está recuperando de un duro accidente? Las redes sociales pueden ser herramientas maravillosas, pero también pueden convertirse en un infierno habitado por crueles y anónimos cultores del odio.  
 "¿A vos también te critican por todo?", le preguntó Joaquín a  Santiago Maratea vía Instagram. "Obvio, a todos nos critican. Pero no hay que hacer caso", respondió el influencer, que suele impulsar causas solidarias, y se comprometió a juntar el dinero que necesita Joaquín para su tratamiento.  

El caso recuerda al de Juan, un niño de Bahía Blanca que en 2014, cuando tenía 12 años, padeció un acoso brutal simplemente porque dijo la frase “me gusta el arte”. En aquel momento, el dibujante Liniers apoyó al niño en su cuenta de Twitter: “Sobre el tema de Juan Sanchez. No puedo creer que haya gente que bardes a un pibe se 12 años en las redes sociales. Ese pibe va a ser infinitamente más interesante que la mediocridad imperante del superadito anónimo online. Antes de hacer memes y comentarios sobre alguien que vieron veinte segundos en youtube, busquen en el diccionario la palabra empatía". 

Cuando se conocieron personalmente, Liniers llevó una remera con la leyenda: “Me gusta el arte. No me gusta el bullying”. El tiempo le dio la razón al dibujante, hace apenas unos meses Juan, que ya tiene 18 años, dio una entrevista al diario Clarín en la que contó que pudo anotarse en la Escuela de Arte y empezar a cumplir su sueño. 

Sin embargo, prefiere no recordar aquel episodio: "Tuve complicaciones en cierta medida, pero hay personas que la tienen más complicada, pueden llegar a sentirse ofendidas, y en algún momento llegar a cometer cosas que no están bien, siento que a esas personas no se las escucha lo suficiente (…) Es importante que se concientice sobre los casos que ya existen, pero que no se dependa siempre de un caso: a partir de cierto punto, terminás regocijándote en el sufrimiento ajeno. Están constantemente metiendo el dedo en la herida de una persona que probablemente esté intentando desarrollar una vida aparte, convertirse en algo nuevo, evolucionar”.  Juan afirma que no le gusta dar consejos, pero que es importante fortalecerse y no prestar atención a esta clase de personas y comentarios que siempre van a existir. 

Según un informe que difundió este año UNESCO, la Argentina es el segundo país con más casos de ciberacoso infantil en América Latina.  En lo que va del año, ya se registraron alrededor de 6.000 denuncias, la mayoría por situaciones de grooming (acoso por vía virtual hacia un niño, niña o adolescente por parte de un adulto con fines sexuales). El bullying a través de plataformas digitales se duplicó en el último año, durante la pandemia. A partir de los 12 años, más de la mitad de los casos son por vía digital.  Un 75% de estas agresiones circulan por Whatsapp,  y el resto se reparte entre Instagram, Facebook, Twitter, Zoom y Telegram.
Las redes son una gran herramienta que requiere responsabilidad; el insulto, la agresión, la burla y el sarcasmo tienen la misma fuerza cuando se gritan en la cara que cuando se esconden detrás de una máscara virtual. Nos gustan las tortas de Joaquín y el arte de Juan, no el bullying.