Pagaron una fortuna por el violín que sonó hasta que el Titanic se hundió
Era del director de la orquesta del barco. Y lo rescataron del mar. Pagaron US$1.3 millones.
Wallace Hartley subió al Titanic con su violín convencido de que a su regreso a Inglaterra iba a casarse con su novia. Había sido contratado como director de la banda musical y su trabajo era tocar en el majestuoso salón de primera clase para las familias adineradas. Pero sus planes terminaron dando un vuelco trágico: el Titanic comenzó a hundirse y la banda siguió tocando en la popa –sin parar nunca– para calmar a los pasajeros que buscaban a los gritos un bote salvavidas libre. Todos los músicos murieron en el mar helado y ese violín, que durante décadas se creyó perdido, finalmente apareció. Ahora acaban de subastarlo en casi un millón y medio de dólares.
La subasta, organizada por la casa Henry Aldridge & Son, se concretó en 10 minutos y batió un nuevo récord para un objeto rescatado del Titanic. El violín ya no puede usarse –tiene dos rajaduras producto de los diez días que vivió bajo el mar, sólo dos cuerdas y más de 100 años de vida–, sin embargo, el verdadero valor está en su significado: es, de alguna manera, el símbolo de la solidaridad de alguien que no trató de salvarse solo sino que tocó hasta el final para aliviar a los demás.
Los sobrevivientes del hundimiento (murieron 1.514 personas de las 2.223 que viajaban) contaron que Wallace Hartley ordenó a los otros siete integrantes de la banda seguir tocando aún viendo que los botes no eran suficientes y sabiendo que iban a morir. Se cree que el último tema que tocaron fue el himno “ Nearer, My God, To Thee ” (“Más cerca de ti, Dios mío).
Su cuerpo permaneció diez días bajo el agua helada y cuando lo encontraron no estaba solo: “ Sabía que moriría abrazado a su violín. Estaba apasionadamente apegado a este instrumento”, contó después su madre. El violín estaba en un bolso de piel y tenía una placa de plata grabada. “Para Wallys, con motivo de nuestro compromiso. María”. Era un regalo de María Robinson, su novia.
Cuando María supo de la tragedia sólo pidió que le devolvieran el violín. Y fue ella quien lo tuvo, hasta que murió, en 1939 y a los 59 años, de cáncer de estómago. Nunca volvió a casarse. Fue ahí que, sin ese amparo sentimental, fue a parar a cualquier lado. Su hermana vació su casa tras su muerte y lo entregó al Ejército de Salvación, y terminó en el ático de la casa de un músico amateur.
Pero en 2006 el hijo de ese músico lo encontró y un equipo de investigadores pasó los últimos siete años tratando de verificar si se trataba del original. Mientras, la casa de subastas junto a un biógrafo del músico, reconstruyeron pieza a pieza su historia. Así lograron saber que tras el hundimiento encontraron una cigarrera de plata y un anillo de oro que también le pertenecían, que se los entregaron al padre y que también terminaron en el santuario de recuerdos que guardó María por siempre. Los estudios de la placa grabada en la base del violín terminaron de demostrar lo que se sospechaba: había sido grabado aproximadamente en 1910: dos años antes de la tragedia.
¿Por qué estaba en tan buenas condiciones? “Se cree que el bolso donde estaba se apoyó en la parte superior de su chaleco salvavidas y que en gran medida se mantuvieron fuera del agua”, dijo Andrew Aldridge, de la casa de subastas.
Finalmente ayer se decidió que una reliquia que pertenece a uno de los mayores naufragios de la historia en tiempos de paz, no irá a un museo sino que pasará a manos privadas: desde ahora ese símbolo es parte del tesoro personal de un coleccionista anónimo