Por Luis Benvenuty para La Vanguardia.

El botellón se expande, las fiestas brotan descontroladas por todos los rincones de Barcelona... y el barrio de la Barceloneta ya está harto de ser el inquietante patio de juegos de esta pandemia: pide que el Ayuntamiento controle de veras el aforo de las playas, y si no pueden que al menos las por las noches, que no deje que los incívicos y los desconsiderados se apropien de los arenales de la urbe y hagan lo que les dé la gana.

El último llamamiento a la responsabilidad ciudadana del teniente de alcalde de Seguridad no surtió ningún efecto. Las palabras de Albert Batlle no calaron entre quienes tenían que calar. Todo lo contrario. Probablemente siquiera las escucharon, sus palabras.

La Guardia Urbana y los Mossos d’Esquadra batieron su propio récord durante la madrugada del domingo, y entonces desalojaron a 2.000 pico personas más que la noche anterior, a un total de más de 9.000 personas que se lo estaban pasando la mar de bien aglomerándose en el espacio público, cantando, bailando y bebiendo, entre otras cosas, infringiendo las normas sanitarias.

Y de todas ellas, más de 2.000 se encontraban precisamente en la playa de Sant Miquel, frente a la Barceloneta. Los paseos del Born y de Lluís Companys, muy cerca, fueron de nuevo otros de los espacios más concurridos de la noche.

La asociación de vecinos del barrio advirtió ayer que la situación es ya insostenible, y exigió al gobierno de la alcaldesa Ada Colau que tome medidas extraordinarias, que no se limite a enviar agentes a conminar a los irresponsables a comportarse con responsabilidad, que tome la iniciativa y se asegure de que la gente hace un uso cívico del litoral, y si ello no es posible pues que lo cierre por las noches, al menos de diez de la noche a siete de la mañana, tal y como ocurrió la última noche de Sant Joan.

Y ya puestos tomar medidas más contundentes que los incívicos y desconsiderados cogidos con las manos en la masa seas castigados, recogiendo botellas rotas o regando orines, por ejemplo. Manel Martínez, portavoz de esta entidad vecinal, detalla que el problema se viene larvando durante buena parte de la pandemia, que durante los últimos meses la Barceloneta y sus alrededores se consolidaron como el patio de juegos de la ciudad, una papel que no hizo otra cosa que degenerar, que dejar un rastro de botellas rotas y orines por sus calles.

“En realidad –prosigue el representante de la asociación de vecinos–, en lo que se refiere al incivismo, lamentablemente ya estamos peor que en el año 2019, y sin tener apenas turistas... La verdad es que la mayor parte de las personas que están llenando las playas estas noches son extranjeras que residen en Barcelona, y no sólo estudiantes, también gente más mayor. Nos cuesta mucho entender su comportamiento. Todo lo que pasa en las playas tiene también consecuencias en las calles del barrio. Últimamente no hacen únicamente lo que les da la gana, también se enfrentan a los vecinos del barrio que les recriminan sus conductas. Entonces tiran botellas a los balcones, llaman a los timbres, patean las puertas... Por ello creemos que unos trabajos comunitarios no les vendrían mal. Al fin y al cabo nos encontramos ante un problema de convivencia. Si es que, cuando la policía los echaba, algunos se ponían a gritar ¡volveremos! y cosas así ¿es que tenemos que llevar les a los sanitarios del hospital del Mar para que hablen con ellos? el Ayuntamiento tiene que tomar la iniciativa”.

Los vecinos de la Barceloneta llevan meses alertando del progresivo agravamiento de la situación. No es la primera vez que durante esta pandemia alguna de las entidades del barrio pide un control mucho más estricto del uso ciudadano de las playas. Pero, según subraya Martínez, el fin del estado de alarma y del toque de queda aceleró esta degradación de un modo inusitado, tanto que nadie se esperaba que pasara lo que está pasando.