¿Se acuerda la Unión Cívica Radical? Era un partido político fundado en 1891 por Leandro Alem? ¿Se acuerda? Se identificaban con boinas blancas y le dieron a la Argentina grandes presidentes como Raúl Alfonsín, Arturo Illia y don Hipólito Yrigoyen o grandes fracasos como el de Fernando de la Rúa.

En una época los peronistas y los radicales eran como Boca y River, los dos mas grandes. Los que mas afiliados tenían y los que más veces habían llegado al gobierno. Muchos lo definieron como el partido de las clases medias, de la defensa de la honestidad, los derechos humanos, la república y las libertades públicas.

¿Dónde está ese partido que siempre fue uno de los pilares del equilibrio democrático? ¿En donde quedaron esos radicales? ¿Qué fue de la poderosa Franja Morada, heredera de la reforma universitaria del 18 y fuente de cuadros para el partido? ¿Qué pasó con el radicalismo? ¿Se rompió? ¿Se dobló? ¿Va rumbo a su extinción o sufre una profunda crisis de identidad de la cual va a resurgir fortalecido? Hoy todas las preguntas son válidas y hay pocas certezas en las respuestas. Todo está en debate.

En plena cuesta abajo el radicalismo sigue siendo una fuerza respetable. Tienen una extensión territorial solo comparable con la del peronismo. Centenares de intendentes que les permiten gobernar algunas ciudades grandes como Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Resistencia, entre otras. Pese a sus tropezones y caídas aún cuenta en el parlamento nacional con 27 diputados y 14 senadores. Pero está empantanado en discusiones interminables que lo muestran con dos o tres posturas distintas ante cada acontecimiento.

La vieja UCR es como un rompecabezas que por ahora contiene a radicales con pensamiento excesivamente diverso. Algunos proponen estrechar filas con el socialismo de Hermes Binner y otros con el PRO de Mauricio Macri. Y en su momento sufrió un gran sacudón cuando muchos se transformaron en aliados del kirchnerismo de la mano del ex vicepresidente Julio Cobos. Ni que hablar de la última alianza electoral con Francisco de Narváez.

Solamente con esta enumeración se puede advertir la confusión y los volantazos que viene pegando el radicalismo. ¿Es lo mismo construir un futuro gobierno junto a Binner o a Macri? ¿Da igual Néstor Kirchner que de Narváez? Después del gran fracaso de la alianza de De la Rúa y Chacho Alvarez el radicalismo ingresó en una pendiente llena de obstáculos muchos de los cuales se los llevó por delante.

Da la impresión de que al partido le falta saber que quiere, cual es su lectura de la etapa y definir cual es el rol que quiere cumplir en el espectro ideológico. Y recién después de cerrar las heridas partidarias podría pensar más serenamente como afrontar los próximos desafíos electorales y al lado de quien.

Hoy quienes más legitimidad tienen son los intendentes que fueron electos y, en algunos casos reelectos, por el voto popular. Eso les da una representatividad que otros no tienen. Y una responsabilidad mucho mayor. Porque tienen que demostrar todos los días que debe hacer un radical en el gobierno. Muchos de ellos necesitan un liderazgo nacional que los contenga o que por lo menos lo defienda de los ataques del kirchnerismo.

Algunos creen que Macri puede jugar ese papel por ahora. Son los que dicen que hay que unir todo para enfrentar a Cristina. Y otros dicen que eso es una herejía. Que el socio natural es el socialismo. Y que Macri es la derecha. El tema es que el Frente Amplio Progresista no quiere darle al radicalismo un rol estelar por ahora y lo mandan a la cola de los demás partidos. Es una forma de hacer valer el segundo puesto logrado por Binner en las últimas elecciones.

Por ahora reina el caos. El propio jefe del bloque de diputados se enfureció cuando registro las muy dispares posiciones de los diputados frente al tema del traspaso del subte a la ciudad, por ejemplo. En el tema Malvinas y la intensidad de acompañamiento al gobierno de Cristina tampoco hay acuerdo. No hay un bloque monolítico porque no hay un radicalismo monolítico. No hay un diagnóstico unificado y por eso no encuentran el remedio adecuado.

Los navegantes dicen que nunca hay buenos vientos para el que no sabe a donde va. Se enfrentaron incluso a la hora de ratificar o renovar la conducción de la Auditoría General de la Nación. El último gran caudillo murió hace 3 años. Raúl Alfonsín ya no está para dar consejos y marcar direcciones. El radicalismo sufre claramente la pérdida de su padre. Todavía no hizo el duelo. Todavía anda buscando su destino.