Nosotros no trabajamos para los premios. Tampoco creemos que den certificado de calidad ni de honestidad. Y por supuesto que jamás hemos movido un dedo, levantado un teléfono o enviado un regalo como hacen otros para conseguir un Martin Fierro. Pero si viene, como en este caso, bienvenido sea. Se agradece, como corresponde. Hay colegas que votan. Hay otros colegas que compiten con nosotros. Y eso es lo que le da el valor de mimo, de afecto, de reconocimiento por tanto esfuerzo colectivo cotidiano.


Bravito ya ganó muchos Martin Fierro. Pero confieso que esta vez me alegré especialmente cuando lo vi a Fernando feliz arriba del escenario. Cuando subió con Nico, Patricia y Lucho. Sobre todo por lo que dijo. Por la valentía que tuvo al denunciar que los caminos por donde transita la libertad de prensa se están estrechando. Lo dijo con serenidad pero con toda contundencia. Quien quiera oír que oiga. Convocó a seguir peleando para ampliar cada vez más las posibilidades de expresarse. Hizo lo que le corresponde a cualquier comunicador que ame su profesión y tenga alguna responsabilidad social.

Al final utilizó la consigna de los trabajadores de prensa españoles para que no quede ninguna duda: “Sin periodistas no hay periodismo y sin periodismo no hay democracia”. Eso me emocionó. Me hizo sentir orgulloso de compartir micrófono hace 15 años con Fernando. Porque el se podría haber hecho el boludo. Mirar para otro lado, como hace tanto yuppie presuntamente progre subsidiado por el gobierno.

Fernando es un maestro de ceremonias, un animador, un locutor de puta madre, un conductor en el sentido más amplio del show y del espectáculo. Su insumo principal no es la noticia y mucho menos la política. Fernando trabaja con la sensibilidad y la emoción. Por eso hace 40 años que juega en primera. Sin embargo miró a la cámara, respiró profundo y dijo todo lo que quería decir. No arrugó. Hace tiempo que Fernando repite una frase que define la etapa personal por la que está pasando: “No me quiero llevar nada a mi casa, quiero decir todo lo que pienso”.

Siente que su trayectoria y el respeto que se ganó durante años, lo habilita para hablar con crudeza y sinceridad aún en el error. Siempre fue un tipo muy querido. Porque atraviesa la pantalla o el micrófono y muestra lo que realmente es. No hace un personaje. Bravo es ese tipo generoso que vino de San Pedro. Es ese viejo radical que un día de gloria presentó a Raúl Alfonsín en el Obelisco, aunque ahora no tenga militancia en ningún partido político. Busca en otros dirigentes, como lo hacen la gran mayoría de los argentinos, los valores de honradez, libertad, equidad social con los que siempre soñó.

Son los comportamientos de integridad, de ética republicana que practica en todos sus actos. Fernando ejerce en plenitud su condición de ciudadano. Se indigna ante las injusticias y la corrupción. Lo vuelve loco tanta mentira y agresión. No quiere una sociedad con una fractura expuesta dividida por el odio. Por eso cuando dice que los caminos de la libertad de prensa se han estrechado lo hace con autoridad, porque lo sufre en carne propia. No se lo contó nadie.

Este locutor que despierta saludos de gratitud a su paso, que es reconocido por su don de gente y su solidaridad, tuvo que padecer humillaciones solamente porque piensa distinto. Y eso que no utiliza proyectiles ni escupitajos ni escraches ni insultos y mucho menos piedras o molotov. Fernando usa las palabras, los tonos de voz y su irrebatible sentido común. Podrá equivocarse como todos. Pero no tiene un aparato estatal ni partidario que lo respalde. Ni siquiera tiene una empresa periodística poderosa que lo banque y mucho menos intereses ocultos que lo sostengan. Es así como esta acá, sentado escuchando esta columna como siempre, sin saber lo que voy a decir, sin palparme de ideas.

Sin embargo este señor de humor blanco e inocente como su cabellera es considerado un enemigo por los energúmenos de estado. Tuvo que correr durante dos cuadras porque una patota cobarde lo insultaba y quería agredirlo. Tuvimos que irnos a paso redoblado de radio del Plata después de haber trabajado durante 13 años porque una empresa kirchnerista venía a bajar línea y a destruir una radio crítica, cosa que finalmente ocurrió. El día que murió Néstor Kirchner tuvimos que salir custodiados por la policía de esta radio porque unos 300 muchachos desaforados amenazaban con barbaridades que prefiero ni nombrar.

La maquinaria televisiva de propaganda soltó la jauría para que lo ataque después de que participó en el programa de Lanata reclamando poder preguntarle al poder y que nos dejen trabajar en paz. Lo acusaron de ser esbirro de Magnetto cuando solamente trabaja para radio Continental y si ustedes quieren, compite duro contra los programas de la radio de Magnetto. Pero en los tiempos de cólera, todo sirve para ensuciar la cancha, para intentar intimidar, para tomarse venganza y empujar a la autocensura. Por eso me alegró tanto el Martin Fierro.

Porque Fernando hubiera podido hacer un chiste de circunstancia, agradecer a APTRA y listo. Buenas noches y se te he visto no me acuerdo. Pero se paró y dijo. Sabe que eso va a tener consecuencias. Pero a esta altura, también sabe que de rodillas no se puede ser digno. Que lo único que sirve en la vida es pelear por las convicciones y aguantar lo que venga. Por eso me alegré anoche. Porque certifiqué una vez mas que Bravo es de Fierro.