La presidenta de la Nación recibió en tiempo record a la flamante cúpula del Episcopado presidido por monseñor José María Arancedo. El actual arzobispo de Santa Fe fue designado el miércoles y ayer fue recibido por Cristina Fernández de Kirchner y dijo que el encuentro fue “muy positivo”. Cambia todo cambia.
 
Desde el comienzo las relaciones entre el kirchnerismo y la iglesia fueron muy tensas y cargadas de chisporroteos. Sin embargo, a esta altura ya no sorprende el gesto de la presidenta. Es un paso más en el mismo sentido. Desde hace bastante tiempo, tal vez desde la muerte de su esposo, Cristina cambió su discurso crispado por palabras más amables y su actitud es mucho mas abierta y dialoguista. Se nota que hay un esfuerzo por cicatrizar las heridas que se abrieron con distintos sectores con los que el gobierno confrontó a fondo. En ese marco hay que encuadrar la última reunión con Barack Obama y el intercambio de elogios que hubo con la presidenta que reconoció el liderazgo de Estados Unidos.
 
Fue un símbolo contundente de que ambos países decidieron dejar atrás las trincheras que se cavaron con entusiasmo de ambos lados y tratar de construir puentes de consenso. La consecuencia inmediata fue la designación como embajador en los Estados Unidos de Jorge Arguello, uno de los diplomáticos de mayor capacidad de este gobierno y alguien muy cercano a Cristina. De estos gestos se va sembrando la nueva realidad y el nuevo momento político del gobierno.

Exactamente de la misma manera debe interpretarse la visita que la presidenta realizó a la sede de Coninagro, una de las entidades que forma parte de la Mesa de Enlace. La señal es de bajar los decibeles. Deponer cualquier tipo de actitud agresiva de ambas partes y ver de que manera se puede recomponer la relación para que tanto el sector agropecuario como el país se beneficien económicamente. Tal vez esa fue la movida más explícita pero hubo otras actitudes con la misma intención.
 
El lanzamiento del Plan Estratégico Agroalimentario, la permanente disposición al diálogo de parte del ministro Julián Domínguez y en los últimos días, hasta la publicidad oficial de fútbol para todos saca pecho por la siembra directa y lo plantea como una exportación de tecnología de punta de los argentinos. Hasta no hace mucho el gobierno ignoraba ese tema que es la base de la revolución verde que generó el campo. Y después de cerrar la brecha con los productores agropecuarios y los Estados Unidos, ayer llegó el turno de hacerlo con la Iglesia.
 
Es cierto que en todos los casos los mensajes de paz y amor provienen de ambos lados. Obama habló maravillas de Cristina y Carlos Garetto también. Ahora la iglesia lo que hizo fue designar a un obispo que tiene una mirada muy distinta a la del cardenal Jorge Bergoglio que fue un crítico implacable e insobornable del autoritarismo, la corrupción y el sectarismo con que el gobierno se manejó muchas veces. Monseñor Arancedo que va a liderar la iglesia durante los próximos tres años, tiene otro perfil. Es mas moderado, menos politizado y aspira a descongelar las relaciones con el oficialismo. Por eso resultó elegido como vicepresidente primero del Episcopado el obispo de Neuquén Virgilio Bressanelli que tiene una impronta más progresista y en la Pastoral Social estará el obispo de Gualeguaychú, Jorge Lozano.
 
En ese mismo sentido, no habrá ningún representante del ala derecha encarnada por Héctor Aguer, el arzobispo de La Plata. Monseñor Arancedo es primo hermano del ex presidente Raúl Alfonsín y fue quien ofició la misa de su despedida en el Congreso de la Nación. La iglesia valora el cambio de actitud de Cristina y el hecho de que no esté fogoneando la ley de despenalización del aborto. Cristina y Arancedo compartieron en el Vaticano en el 2009 el homenaje que se realizó con motivo de cumplirse los 25 años del acuerdo de paz con Chile. Anoche se volvieron a ver las caras. Tanto Cristina como la Iglesia quieren cicatrizar las heridas. Ninguno quiere poner el grito en el cielo. Ni tirar la primera piedra.