Un monarca o cualquier ser humano que necesita matar elefantes, osos y lobos para sentirse bien....tiene una profunda CRISIS INTERIOR, la "crisis económica, solo es un reflejo de la crisis de valores y ética" de nuestra sociedad.

El pasado sábado 14 de abril, un iceberg hundió por tercera vez, o cuarta, el Titanic real. La monarquía española vuelve a pasar por la UCI, para ser operada de cadera. El Rey Juan Carlos, como ha sucedido en otras muchas ocasiones, aunque no lo hayamos sabido, viajó a uno de los pocos países del mundo donde no está prohibida la caza de elefantes, bajo previo pago de entre 7.000 a 20.000 € -con la que está cayendo-, a lo que hay que sumarle los gastos de viaje y estancia de lujo. Desconocemos si fue o no invitado.

Una fotografía que ha recorrido el mundo, muestra al monarca con una escopeta en compañía de otro cazador, y detrás un hermoso paquidermo, con los ojos abiertos, la trompa indignamente manoseada para sujetarlo contra un árbol, luciendo sus hermosos colmillos de marfil. Asesinado. Los fotografiados, sonrientemente triunfales. ¿Qué tiene que sucederle a una persona para querer matar a un animal, cuando no es necesario? ¿Qué clase de poder debe de insuflar agarrar una escopeta, colocar el ojo en la mirilla, ver de cerca los movimientos hermosos de una bestia salvaje y viva, y matarla? PUB...lo he matado YO.

Toda la prensa española e internacional se ha hecho eco de la noticia, aunque solo una pequeña parte ha destacado la brutalidad y lo mucho que se esconde detrás de esa imagen.

La Reina Doña Sofía, se encuentra en Grecia y no ha cambiado sus planes de regreso por la fractura en tres segmentos de su marido.

¿Cómo será la convivencia entre dos personas tan dispares, desde un punto de vista humanitario?: la Reina, una mujer vegetariana, defensora de los animales, y que además siempre se ha negado a acudir a las corridas de toros. El Rey, muy al contrario, es un ferviente cazador, que las apoya.

Estoy recordando unas imágenes que muchos de ustedes conocerán, porque las hemos hecho públicas en nuestro Periódico de Crecimiento Personal. Este es el link en el que pueden verlas: http://vimeo.com/igualdadanimal/escobar. Aviso que son tremendas, lo más cruel y sangriento que he visto en toda mi vida. Se trata de un grupo de hombres, en Murcia (España), matando sádicamente a unos cerdos, con palos, a cuchillazos, con hachas, a mazazos. Nunca he visto imágenes más tremendas que las que se produjeron en la Granja Escobar de Murcia donde, entre otras bondades del ser humano, se puede ver cómo entre cuatro machos, bien machos, a golpes y con barras de hierro derribaban a una hembra preñada a punto de parir, la sujetaban entre varios, la abrían con un cuchillo muy grande que le clavaron en varias ocasiones, abriéndola en canal para sacarle los intestinos, estando viva y gritando de dolor. Arrancándole las crías que tenía en su vientre. Dejándole con las tripas y los fetos fuera, mientras se jactaban entre ellos de la hazaña. La cerda seguía viva.

Tengo inevitablemente, que hacerme una pregunta que me produce estupor: ¿Por qué en España esta gente no está en la cárcel? ¿Son menos peligrosos que un chaval que roba en una farmacia para drogarse, o que una prostituta a la que se le prohíbe realizar su trabajo? Alguien que es capaz de hacer esto, es capaz de todo. Aviso para navegantes.

He leído entre otros comentarios el del blog de Mercedes Milá en Telecinco. No se olvide Telecinco, que en uno de sus programas de mayor audiencia, el reality show “Acorralados”, hace unos meses incluía como tarea a sus concursantes para permanecer en la granja, ayudar a matar un cerdo, teniendo estos que sujetarlo mientras un granjero lo atravesaba con un cuchillo hasta desangrarlo, como si de sembrar patatas se tratase.

Excepto alguna crítica como esta y la de la editorial de Antoni Gutiérrez-Rubí, sobre la inadecuación, la impropiedad y la injustificación de tal viaje, ha faltado una condena contundente y tajante a estas prácticas del Rey de España. Prácticas que, por cierto, lleva realizando desde hace años. Notorias son sus cacerías en Europa del Este. El pasado 8 de octubre de 2004, abatió, a los pies de los Cárpatos, en Rumania, a nueve osos pardos y un lobo, ambas especies protegidas por los convenios internacionales, cuyas pieles fueron específicamente enviadas a la Zarzuela. Le pregunto a la Casa Real: ¿Es posible que por la crisis que sacude España y ese 2% menos de capital que reciben de las arcas del estado, hayan disminuido el consumo de calefacción y utilicen pieles de oso? Muchos de nosotros estaríamos dispuestos a enviar mantas y frazadas al Rey con tal de que deje de matar estos bellos animales.

En 2006 viajó a la residencia estival de Vladimir Putin, en el Mar Muerto, Rusia, para practicar de nuevo la caza del oso pardo, en esta ocasión, abatió a un oso que, según fuentes provinciales rusas, estaba domesticado y drogado. Se trataba de un oso acostumbrado a vivir con los hombres, que tenía hasta miedo de los perros, de lo dócil que era.

¿Hasta cuándo la impunidad de la casa real?

Falta una condena firme tanto de los medios de comunicación como por parte de la sociedad misma a cerca del asesinato y la violencia gratuita dispensada a estos animales.

Estamos a años luz de llegar al nivel de conciencia del que nos hablaba Leonardo Da Vinci cuando nos decía “llegará un día en que hombres como yo, verán el asesinato de animales como ven el asesinato de personas”. Despertémonos.

Eric Rolf, en su libro “Las Enfermedades del Alma”, dice que la vida primero te susurra. Si no la escuchas luego te habla. Si no la escuchas, luego te grita, te zarandea, y si no la escuchas finalmente te mata. A la monarquía española, a la que por cierto no elegimos los españoles a través de ningún consenso democrático, y que mantenemos económicamente, la vida le ha dado ya suficientes avisos, se llaman señales, MAJESTAD.

En el año 1956 el entonces príncipe Juan Carlos, teniendo entonces 17 años, mató accidentalmente a su hermano de 15 de un balazo en la cara con una pistola. Era Semana Santa. Aquel ya era suficiente susurro como para entregar “las armas”.

También en Semana Santa, pero del año 2012, su nieto Froilán de 13 años, -estamos hablando de un niño de los que ven Dumbo o Bambi en la tele- se le dispara accidentalmente un tiro en el pie, con una escopeta que al parecer utilizaba habitualmente para acompañar a su padre a cazar.
Por cierto, estupenda educación para un hijo. Recuerdo que las armas y las escopetas no se tienen para abonar rosales, sino para matar. En este caso parece ser que tampoco la infanta Elena sabía que su hijo realizaba prácticas con armas, del mismo modo que la infanta Cristina no sabía que su marido supuestamente realizaba prácticas fraudulentas con fondos públicos.

No deja de llamarme la atención la “sordera del Rey”, que aun a sabiendas del accidente con “arma” de su nieto, se va de caza.

Unos días después, la vida LE GRITA y el Rey se rompe la cadera, cazando elefantes y búfalos en plena sabana africana. La cadera es el eje central del cuerpo. Representa el equilibrio. Sujeta las vísceras, todas las emociones, enclava las piernas que nos hacen andar y caminar hacia delante... sujetan el tronco, el eje, el centramiento... Repetimos neurosis de generación en generación, como explica fantásticamente Jodorowksi. Pagamos equivocaciones pasadas y generamos deudas futuras.

El Rey de España debe servir al pueblo, no servirse del pueblo. La monarquía como cualquier institución del estado, no debe confundir sus intereses personales con los de las gentes a las que representa. Deben ser un corazón con el corazón de los hombres y las mujeres a las que les debe respeto y dedicación. Si la monarquía y en concreto el Rey de España es un representante nuestro, debo decir con profundo dolor que me avergüenzo de mí misma, de mi barbarie, de mi incapacidad para sentir el sufrimiento y el asesinato de mis hermanos los animales. Me avergüenzo por mi falta de compasión, ya que mi representante debe estar hablando de mí. Me avergüenzo y pido perdón por que mi “representante” ha destrozado el corazón de una gran cantidad de seres que se sienten humanos y pueden sentir la bondad que merece y emana de cualquier ser vivo.

Nos dice Mahatma Gandhi, que “la grandeza de una nación y su progreso moral puede ser juzgada por el modo en que trata a sus animales”.

Pdta: Y con mi dinero no se matan elefantes.