Unico hijo de Nieves Filgueiras y Antonio Palese, Norberto Palese, más conocido como Cacho Fontana, nació un día como hoy, pero de 1932, en el porteñísimo barrio de Barracas, que hoy lo ve festejar sus primeros 80 años de vida. Con 14 años, Cacho comenzó a trabajar como auxiliar de archivo en una empresa de transportes en donde su padre era capataz. Mientras esto sucedía, la radio se iba convirtiendo en la atracción central para este adolescente.

José Loguarro, que era el “artista” entre los compañeros de trabajo, presentaba orquestas en el salón La Argentina, en Rodríguez Peña y Corrientes. Desde el palco anunciaba, micrófono en mano, a la orquesta y los temas que se escuchaban y bailaban. Por una de esas grandiosas casualidades, la empresa lo envía al interior en una comisión especial. Así, Norberto le pidió el puesto en el palco y una semana más tarde ya le habían hecho 50 tarjetas impresas que decían “Jorge Fontana”.

En 1952 le toca hacer el Servicio Militar, con lo que su rutina diaria se repartía por la noche en el Chantecler, la mañana en el cuartel, la tarde en la Radio... Y un mediodía, en el clásico programa El Relámpago, en donde actuaban Luis Sandrini y Tita Merello, entre otras grandes figuras, le tocó cubrir la ausencia de su animador, Jaime Font Saravia. Así nació Cacho Fontana. Era el inicio de la historia grande...

Tras cinco años de suplencias, en noviembre de 1955, a sus 23 años, lo nombraron en el plantel estable de Radio El Mundo, cubriendo como locutor la mañana, que era un horario casi marginal porque la audiencia buscaba atracciones, y todas aparecían a partir del mediodía. Aún así, Fontana imaginaba un espectáculo de 10 a 11 de la mañana, de lunes a viernes. Decidió entonces que, además de locutor, sería productor. Negoció con el Departamento Comercial de Radio El Mundo la compra de aquel horario que imaginaba, y asumió la responsabilidad artística y comercial del espacio. La propuesta era hacer un “show”: música, información, deportes, actualidad, humor, reportajes, horóscopos... Dos locutoras-animadoras, hoy históricas, aceptaron compartir el proyecto: María Esther Vignola y Rina Morán.

Así nacía el Fontana Show, y fue una verdadera aventura. Ese nuevo esquema, ese “armado”, esa apertura de las mañanas, despertó el interés de los oyentes y alcanzó niveles de audiencia increíbles, tornándose un formato que, aún con el paso de los años y a pesar de los giros de las épocas, quedó establecido como la fórmula de las mañanas.

Mientras la radio se “adueñaba” de las mañanas, la televisión comenzaba a desplazar a la radio en el horario central de la noche. En la década del 70, con la producción de Fontana, nació Video Show. Comenzaba una aventura que cubrió Argentina, América y el mundo; y esa camarita fue “la máquina de mirar”, de la que se incorporaron cinco equipos en la cobertura total. Video Show cambió las costumbres, pues logró niveles de audiencia históricos en ese horario, e inauguró un nuevo lenguaje en la televisión argentina.

A través de tantos años de labor, Fontana fue distinguido con numerosos premios nacionales e internacionales, entre los que se cuentan 14 Martín Fierro (más 1 a la trayectoria) otorgados por APTRA, y el primer premio Ondas de España.