La presidenta, ruborizada, llevó sus manos al pecho y dijo: “Ningún papa me besó”. Fue el momento público culminante del intercambio de regalos, sonrisas y cumplidos. Fue el encuentro entre Cristina y el papa Francisco que, antes de almorzar se mostraron con un afecto y una buena onda que jamás se dispensaron antes.

Fue casi como una charla de dos viejos compañeros peronistas. Mucha gente que no quiere a Cristina esperaba que el flamante Sumo Pontífice se tomara venganza por el ninguneo y el maltrato que el matrimonio Kirchner le dispensó durante tanto tiempo. Pero el papa demostró que está por encima de las rencillas, que tiene una actitud generosa de mano abierta y dispuesta a no cansarse de perdonar como lo dijo ayer durante su primera misa. Bergoglio quedó en Buenos Aires.

En el Vaticano está Francisco que se ganó la eternidad en el corazón de 1.200 millones de católicos del planeta. Tiene una actitud ecuménica, anda repartiendo paz y bienestar con su mirada y demuestra que su prédica franciscana por la humildad, la austeridad y su desprecio por el lujo, la droga y la trata era y es absolutamente genuina. Cristina estuvo astuta. Habló del tema en el que mas coincidencias tienen. Ambos son malvineros de alma. La presidenta le solicitó que intercediera con Inglaterra para abrir una mesa de diálogo. La Patria Grande es un concepto de San Martín y Bolívar pero es igualmente un tema peronista en tanto tercerista. Otra afinidad entre ambos. Por ahora todo terminó en romance.

¿Cómo será la relación de aquí en más? Por lo que se vio y lo que se dijo el papa le ofreció hacer borrón y cuenta nueva. Comenzar una etapa distinta. Sin decirlo, el papa eligió olvidar cuando Néstor Kirchner sin nombrarlo, casi sacrílego, dijo que el diablo podía lucir sotanas o cuando a partir del 2004 sacaron el Tedeum de la Catedral Metropolitana para no escuchar mas sus homilías cargadas de ataques a la corrupción y de reclamos para que se combata con mas urgencia y eficiencia a la pobreza. Los curas que acompañaron a Bergoglio en los últimos tiempos dicen que pidió más de una docena de audiencias con la presidenta y ella jamás se dignó a contestarle. Y que sufría muchísimo cuando lo acusaban de ser el jefe de la oposición.

Son muy distintos el papa y la presidenta. El día y la noche. Ella vestida de negro hasta el sombrero y el ataviado con su túnica blanca. Ella tuvo que tragarse el sapo de Bergoglio al que nunca quiso. Y él tuvo un gesto de grandeza que lo enaltece y lo saca de los temas menores y parroquiales. Está claro que la presidenta olfateó el nivel de popularidad y simpatías que había despertado la designación del Papa y resolvió subirse a esa ola. Hubiera sido una locura enfrentarla. Como dijo De Mendiguren, el jefe de los industriales :” Francisco produjo un tsunami mundial de simpatía. Enfrentar eso sería como parar un portaviones con un escarbadientes”.

La única verdad es la realidad y Cristina no come vidrio. Tal vez este encuentro incluso le sirva para mejorar su imagen agria, agresiva y beligerante que se fue forjando estos últimos tiempos. Tal vez el Papa al que tanto humilló, la ayude a conseguir un mejor resultado electoral y le ponga la otra mejilla y le abra las puertas a la reelección. Eso no se sabe. Porque desde el poder, la presidenta todavía no envió ninguna señal para calmar a los mas sectarios e impopulares de sus militantes que no pararon de ensuciar a Jorge Bergoglio con acusaciones flojas de papeles y con enormidades cargadas de fanatismo.

Todos fueron encabezados por Horacio Verbitsky una especie de jefe informal de la inteligencia kirchnerista. Una legisladora cristinista lo caracterizó de “genocida”. La propia Estela Carlotto lo fustigó como si se tratara de Astiz y le reclamó declaraciones públicas de compromiso con las Abuelas que ni el matrimonio Kirchner hizo durante la dictadura. Las camisetas partidarias tienen ese defecto. Obligan a juzgar con distinta vara. Nada dice Estela Carlotto de Alicia Kirchner como funcionaria de la dictadura.
 
Todo indica que Cristina está dispuesta a ocultar sus verdaderos sentimientos y a fingir alegría y hasta admiración por el papa que la beso en la mejilla y casi realiza del milagro de dejarla sin palabras. ¿Será solo maquillaje de ocasión la actitud conciliadora de Cristina y pronto volverá a sus ataques hostiles? ¿Su conversión es sincera y ahora tendrá una actitud más abierta y dialoguista con todos o solo es una actuación por conveniencia para acompañar la energía positiva de Francisco? En poco tiempo lo sabremos. ¿Diego Gvirtz seguirá utilizando fotos falsificadas para instalar que el papa tiene las manos manchadas en sangre? Hay que esperar unos días para analizar la nueva etapa. Por ahora hay algo seguro: este país tiene papa. Pero falta saber si tiene cura.