Horacio Verbitsky se convirtió en el comandante del ala mas impopular del kirchnerismo que está empecinada en ensuciar la trayectoria del flamante Papa Francisco. Verbitsky, jefe político de Abal Medina, Héctor Timerman y Nilda Garré, insiste en dar por cierta una información que tiene atada con alambres, tan floja de papeles como que es un escrito de un empleado menor de la cancillería que dice que Bergloglio llenó de barro a uno de los sacerdotes jesuitas desaparecidos y luego liberados para que no le dieran el pasaporte desde el exterior. El actual Sumo Pontífice dice todo lo contrario. Que cuando le preguntaron cual había sido el problema que el cura había tenido dijo: los acusaron de guerrilleros pero ellos no tenían nada que ver.

El funcionario puso lo que quiso, como suele ocurrir. Hay una pregunta que desmorona todo el argumento forzado de Verbitsky. ¿Si Bergoglio quería perjudicar a Francisco Jalics, porque hizo el trámite que el cura le pidió? ¿Y si Jalics fue entregado por Bergoglio, porque el sacerdote le pidió semejante favor a quien supuestamente lo entregó? Una verdadera patraña que no se sostiene con nada. Solo con el voluntarismo sectario de un militante que quiere hacer coincidir la realidad con sus odios ancestrales.

La prédica de Verbitsky tuvo vuelo corto. Solo algunos personajes marginales replicaron su veneno. Un afiche infame de la agrupación Hijos de Capital donde aparece Francisco en el Papamóvil conducido por el genocida Videla. Diego Gvirtz, falsificando una información con una foto de monseñor Derisi dándole la ostia a Videla, con un título acusando a Bergoglio.

Una legisladora apellidada Rachid que calificó al Papa de “genocida”. Agustina Kampfer, la novia o ex novia del vicepresidente, Amado Boudou diciendo que no estaba orgullosa por la elección: típica tilinguería de una chetita de Puerto Madero que sabe poco y nada de la dictadura. Alguna periodista oportunista que supo violar la intimidad de una mujer asesinada. Luis D’Elía con la conspiración permanente, leyendo la designación como un intento de dividir a sudamerica.

Estela Carlotto que le reprochó a Bergoglio su silencio y falta de acompañamiento durante la dictadura, algo que es exactamente lo que hicieron tanto Néstor como Cristina. Fue tan grande el aislamiento de la “doctrina Verbitsky” que se generó una polémica explicita como pocas veces en el seno de la fuerza gobernante. No solamente porque oficialistas como el supremo Eugenio Zaffaroni, el combativo Emilio Pérsico y el gestor de la Ley de Medios, Gabriel Mariotto salieron a respaldar a Bergoglio.

También porque el propio embajador argentino, Juan Pablo Cafiero dijo emocionado que el nuevo Papa era un regalo de Dios para los argentinos del que deberíamos estar orgullosos. De paso una pregunta: Suponiendo que fuera verdad que Bergoglio tiene las manos manchadas de sangre..¿Como se explica que Cristina vaya a su asunción del martes que viene? Debería quedarse en Buenos Aires en lugar de bendecir con su presencia a un “genocida”. Y Cafiero debería renunciar por llamar regalo de Dios a la designación de alguien que entregó sacerdotes al terrorismo de estado.

El tema desnudó la ceguera de muchos kirchneristas. La ideologitis no les permite ver la realidad ni ser más o menos rigurosos con la información. Leonardo Boff, uno de los intelectuales fundadores de la Teología de la Liberación, hombre de la izquierda del mundo religioso dijo que “Francisco es la esperanza de la iglesia”. Luchadores corajudos durante la dictadura y siempre por los derechos humanos como el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, Graciela Fernández Meijide, Alicia Olivieira y hasta el venerable Monseñor Miguel Hesayne, salieron a desmentir que Bergoglio haya tenido algún tipo de simpatía y mucho menos colaboración con la dictadura.

Esta claro que la mismísima Cristina no pudo disimular su bronca por la designación de alguien al que junto a su marido fallecido convirtieron en enemigo principal. En las pocas referencias que hizo del tema, la carta de felicitación y el párrafo en Tecnópolis, no lo mencionó por su nombre verdadero y no frenó con un reto los silibidos camporistas como si lo hizo en otras ocasiones.

Cristina, que confesó que le hubiera gustado ser candidata a Papisa, tuvo que tragar saliva y enojo y adoptar una actitud hipócrita. No lo quiere a Bergoglio, no lo quiso nunca y difícilmente lo quiera ahora. Pero lo peor es que muy pocos de los cristinistas la acompañaron en esta actitud. Algunos plantearon “A Cristina rogando y con el mazo dando”. Pusieron el grito en el cielo. Pero no se escuchó demasiado. Ya se sabe: Vox Populi, Vox Dei. La voz del pueblo es la voz de Dios. Y el pueblo está con su Papa. Porque el Papa está con el pueblo.