Pocas veces el peronismo y el movimiento obrero estuvieron tan divididos. Podríamos hablar de la década fracturada para definir porque hay tres CGT y dos CTA. Y también como fue que, con el claro aroma de fin de ciclo del cristinismo, aparecieron diversos liderazgos que a su vez provocan distintas lealtades. Por eso ayer, más que día de la lealtad fue el día de las lealtades. Así, en plural. Porque muertos Perón y Evita la única lealtad que mantiene cohesionado al peronismo es la lealtad al poder.
 
El peronismo, para bien y para mal, es el partido del poder en la Argentina. Gobernó 20 de los 30 años de la democracia recuperada y desde su fundación estuvo la mitad de los años al frente de los destinos de la Argentina. El peronismo en sus distintos ropajes es el responsable de lo mejor y lo peor que ocurrió en nuestro país.

Ayer se mostró muy fragmentado, básicamente, por dos motivos. Porque Cristina dejó de ser una carta ganadora electoral ya que no tiene reelección y porque su forma de conducir fue intolerante con las disidencia y reclamó una obediencia debida carente de debate en todas sus decisiones.

Hoy ese rompecabezas parece desarmado pero es solo el paso previo a encontrar un nuevo liderazgo taquillero en las urnas. Quien demuestre que tiene uñas de guitarrero y capacidad de convocatoria para los votos será el próximo jefe en reemplazo de Cristina.
¿Será Sergio Massa, José Manuel de la Sota, Daniel Scioli o Sergio Uribarri? En ese poker de ases está el futuro del peronismo. Tres gobernadores y un intendente están buscando su destino y el del movimiento nacional justicialista modelo 2015.

El continuador ideológico del modelo es el jefe de estado de Entre Rios. Uribarri es el más verticalista al cristinismo. Ganó con contundencia en su provincia y aunque perdió votos, fue el que menos perdió de sus pares. Es poco conocido en el resto del país. Pero Cristina podría ponerse al hombro su campaña tal como Lula hizo con Dilma y recorrer el país. Carlos Zanini propone designarlo jefe de gabinete para ponerlo en el primer plano de los medios. La consigna podría ser “Uribarri al gobierno, Cristina al poder” o el proyecto de laboratorio mas audaz de todos: Uribarri presidente, Cristina gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Por ahora todos son proyectos.
Daniel Scioli se propone como heredero de Cristina y por eso actúa casi como si fuera presidente de la Nación. Diseña la campaña de Martín Insaurralde e intenta instalar un kirchnerismo dialoguista, prolijo y no patotero. ¿Será posible? Tiene alta intención de votos y las simpatías de muchos de sus pares gobernadores pero una gran desconfianza del núcleo duro de la militancia más radicalizada y desprestigiada que se movilizó ayer a Plaza de Mayo.

Son esos dirigentes como Guillermo Moreno, Luis D’Elía y los muchachos de La Cámpora quienes llevaron sus banderas y una cantidad de personajes piantavotos a los que la sociedad ya les sacó la tarjeta roja. De hecho fue muy difícil encontrar tanto a Juan Cabandié como Amado Boudou, dos dirigentes que dinamitan la posibilidad de que ese sector crezca en las encuestas.

Esta cara, la más genuina y salvaje del cristinismo, actúa sin proponérselo como jefe de campaña electoral de Sergio Massa y de José Manuel de la Sota. Son la encarnación de las peores políticas y actitudes. De la prepotencia de estado, de las arbitrariedades y la mala praxis. Son quienes mas están acusados de casos de corrupción como el vicepresidente, de patoteros como Guillermo Moreno y D’Elía, de talibanes como Carlos Kunkel y Diana Conti o de infantilismo ineficiente y soberbio, como quedó confirmado en el ya famoso video de Juan Cabandié.

De la Sota apuesta al federalismo y a su trayectoria dentro del Partido Justicialista. Y Sergio Massa construye con la idea de mostrarse con ideas superadoras para corregir todo lo malo y mantener todo lo bueno. Con Lavagna y Reuteman quiere transmitir honradez, buen gobierno y experiencia y con Rudolph Giuliani y el general Oscar Naranjo, decisión para combatir la inseguridad y el narcotráfico.

Las cartas ya están echadas. Cada uno muestra su juego y es el ciudadano con su voto el que va a elegir quien ocupará el lugar de Cristina en la cima del peronismo. Es la democracia la que acomoda los tantos y resuelve cual de todas esas lealtades se convertirá en una sola lealtad, la lealtad al poder.