La democracia y la libertad todavía no se instalaron en muchos de los sindicatos más poderosos de la Argentina. Ya pasaron 27 años desde la recuperación de las instituciones republicanas y sin embargo, en varios casos sigue funcionando una matriz corrupta y mafiosa que puede definirse como monarquía gremial hereditaria. Se trata de dirigentes eternizados en sus cargos que ganan elecciones amañadas casi siempre con lista única. De burócratas sindicales que suelen delatar a los delegados mas combativos para que sean despedidos por las empresas. Son herederos de los jerarcas que participaron de los grupos de ultraderecha que asesinaron militantes de la Jotapé o de la izquierda y que luego engrosaron las filas de la triple A del comisario Alberto Villar y de José López Rega. Muchos de ellos participaron de las intervenciones militares en los gremios y marcaron para que secuestraran y desaparecieran a los jóvenes más combativos que les arruinaban los negocios.

Esa estirpe corporativa y de derecha reaccionaria que el doctor Raúl Alfonsín denunció como parte de un pacto sindical-militar y que quiso desarticular con la ley Mucci es la que continúa en distintos gremios con algún toque de maquillaje. Es muy fácil identificar a esas monarquías hereditarias. Por definición tienen un rey más que un secretario general. Se quedan en el cargo casi hasta que se mueren. Por lo general son sucedidos por sus hijos o por los dirigentes que ellos designan a dedo para que sigan acumulando fortunas en sus bolsillos mientras los trabajadores continúan en la pobreza o en el trabajo en negro. Se los puede distinguir porque suelen vivir en mansiones, casi en castillos coherentes con su condición monárquica. No pueden justificar sus ingresos. Andan en autos importados con vidrios polarizados y rodeados de matones y guardaespaldas como Cristian Favale o Madonna Quiroz. Pasan sus vacaciones en lugares paradisíacos absolutamente inalcanzables para los trabajadores que dicen representar. Pero como si esto fuera poco, en los últimos tiempos han sofisticado la trama de corrupción a través de empresas que son proveedoras de sus gremios y que son propiedad de sus esposas, sus hijos o de testaferros. Antes se “conformaban” por así decirlo con cobrar una coima de lo que compraban para el gremio.

Ahora se la llevan toda porque la empresa que les vende también es de ellos. Esa pelea por la platita es la explicación de tantos aprietes, de tanta violencia a la hora de actuar. Se mueven no en defensa de los intereses de los trabajadores como debería ser. Se pintan para la guerra para defender sus cuentas bancarias que como le dije en el caso de Moyano marchan sobre ruedas y en el de Pedraza, sobre rieles. Juan Jose Zanola está preso y la investigación demostró que construyó su poder económico con métodos muy similares. Hay una trama que es la misma. Hay que investigar a fondo como se manejan con el tema de los subsidios, los medicamentos y obras sociales o los edificios y hoteles que construyen para que todo quede expuesto. El gobierno de los Kirchner prometió darles la personería gremial a la CTA de Victor de Gennaro como una forma de abrir esos cotos cerrados de caza y permitir la libertad sindical. Pero con el tiempo, igual que en otros temas, cambiaron radicalmente de idea y establecieron relaciones carnales con el sindicalismo más ortodoxo y blindado. Por eso la CTA se quedó colgada del pincel y la CGT de Moyano, Pedraza, Zanola y compañía funciona como el principal respaldo callejero y movilizador de Néstor y Cristina. Esa monarquía desembarcó también en la política y ha generado fuertes tensiones porque se han apropiado de los lugares donde se toman las decisiones.

Ese núcleo duro tiene una capacidad de daño fenomenal para un futuro gobierno que no quiera mantener sus prebendas y acomodos. Por eso sería muy útil, como se dijo, que se creara una suerte de Conadep de la corrupción. Para hacer borrón y cuenta nueva y que los gremialistas honrados puedan llegar a los máximos niveles. Que se respalde a la justicia para que los patoteros y ladrones vayan a la cárcel como corresponde. Que se abran los libros de las obras sociales y que los jefes sindicales deban presentar su declaración jurada de bienes como los políticos y como los empresarios. Más luz y menos oscuridad. Más democracia y libertad y menos monarquía y patota. Acá tampoco hay otro camino: verdad y justicia.

Moyano, Pedraza, Zanola