Queremos tanto a James Spader
Lo vimos por primera vez en Sexo, mentiras y video (...). No era lo primero que Spader hacía, pero fue cuando reparamos en él (...).
Lo vimos por primera vez en “Sexo, mentiras y video”, una película del joven Steven Soderberg bastante perturbadora para la época (1989). No era lo primero que Spader hacía, pero fue cuando reparamos en él por esa forma rara de sensualidad, un poco perversa, que resultaba llamativa dentro de los cánones tradicionales del cine americano.
Se lo ve sensual en “Lobo”, cuando compite con Jack Nicholson y seduce a una Michelle Pfeiffer de cara lavada. Sádico en “La secretaria”, donde tortura a Maggie Gyllenhaal, quien acepta encantada el maltrato. Irresistible en “El Palacio Blanco”, cuando se enamora de Susan Sarandon, una camarera mayor que él y de clase inferior. Y por completo irreconocible en “Lincoln”.
Sin embargo es en la televisión donde James Spader nos da las máximas satisfacciones (hablo en plural porque me siento público). Por ejemplo como Alan Shore, el abogado que volvió loco a todos sus colegas del estudio en “Los practicantes”, al punto de que terminaron por expulsarlo.
Pero igual que Sherlock Holmes, a quien su autor, Sir Conan Doyle, tuvo que traer de vuelta a la vida después de haberlo matado, la televisión decidió recuperar a Alan Shore en una serie derivada (spin-off, según la jerga) donde integraba un nuevo estudio de abogados liderado nada menos que por William Shatner, el legendario héroe de “Viaje a las estrellas”.
“Justicia ciega”, así se llamaba la serie, tenía una humor amargo y se reía de las tribulaciones de la edad. Spader, más joven pero tan cínico como Shatner, se reunía con él al final de cada capítulo en su balcón privado: bebían whisky, fumaban cigarros y filosofaban sobre las mujeres. Mujeres como Candice Bergen.
Ahora Spader volvió a la televisión como Raymond Reddick en uno de los estrenos de esta temporada del cable: “The blacklist”. Un argumento sofisticado lo pone como uno de los delincuentes más buscados por el FBI, quien se “entrega” voluntariamente para ofrecer su experiencia y know how en la búsqueda de los otros enemigos públicos buscados por el FBI, los de la lista del título. Pero pone como condición tratar sólo con la chica linda de la serie, la joven agente Keen (Megan Boone). Todos creemos que él es el padre que ella no conoció.
Ahora con la cabeza rapada y un estilo algo afectado, más bien gélido y seductor, James Spader es siempre una fuente de felicidad. “The blacklist” se puede ver por Sony los jueves a las 23 y repite los domingos a las 21.