El diputado nacional Agustín Rossi ha sido el santafesino mas golpeado por las elecciones del domingo. Recibió castigo desde todos lados, incluso del propio gobierno nacional del cual fue el principal y más expuesto defensor. Suena increíble pero las cosas son así con el cristinismo.

Adoptan posturas tan sectarias que terminan enfrentando a su propia militancia. Está claro que la presidenta jamás le reconoció a Rossi un grado de lealtad lindante con el suicidio político. Durante el conflicto con el campo, Rossi se inmoló tratando de bancar las decisiones y las agresiones inbancables que venían desde la presidencia de la Nación. Padeció escraches repudiables como el de Laguna Paiva. Le costaba y hoy, todavía le cuesta, tomar un café en cualquier bar de Rosario. Fue la cara de la de la 125 y por eso ligó todos los cachetazos. En las internas, el gobierno no lo apoyó con ningún tipo de recurso y, sin embargo, ganó.
 
Pero la respuesta fue de desconfianza para armar las listas. Cristina y Zannini le borraron de un plumazo a su hermano Alejandro de la nómina, a un dirigente sindical combativo y honrado como Juan Carlos Schmidt y hasta los jóvenes intensos del Movimiento Evita que gobiernan muchas intendencias fueron desplazados por algún muchacho de La Cámpora que en Santa Fe no conocía nadie y que tenía cero trayectoria militante.
 
Esa actitud incomprensible, de semejante arbitrariedad, quebró el esfuerzo de muchos y les hizo bajar los brazos a otros. Los afiches mostraban a Cristina y Agustín juntos. Pero en la realidad, la presidenta hizo dos actos institucionales para criticar al gobernador Hermes Binner. Encima permitió que las barras de la Jotapé lo insultaran groseramente.
 
Esas actitudes ayudaron a consolidar la bronca de muchos chacareros que sintieron la misma falta de respeto que durante la 125 y de muchos peronistas tradicionales cansados de ganar elecciones con Reutemann y Obeid que fueron dejados de lado. La campaña fue casi toda de Cristina y Rossi. Nadie reinvindicó la historia exitosa del Partido Justicialista que gobernó durante 24 años hasta que llegó el turno del frente progresista, socialista y radical. Achicaron el mensaje. Se metieron para adentro con actitudes sectarias. Obeid lo dijo ayer. No fueron capaces de hablarle a la diversidad y pluralidad de sectores que contiene el movimiento que fundó Perón. Obeid criticó que apostaran a la hegemonía y al discurso único.

Dijo que sentía pena y bronca porque cada vez que quisieron apoderarse del peronismo, esos intentos terminaron mal. Hay una crítica hasta generacional al setentismo tardío de algunos funcionarios. Y eso que Obeid no viene de la derecha ni de la ortodoxia pejotista. En aquella primavera camporista fue jefe de una las regionales de la tendencia revolucionaria, el ala política de Montoneros. Sabe de lo que habla. Lo vivió. Sufrió en carne propia el infantilismo irresponsable de los que le quisieron enseñar peronismo a Perón y militarizaron la política. Algo de esa impronta elitista con pretensiones de vanguardia flota en el cristinismo mas concentrado. La mayoría de los santafesinos le sacó la tarjeta roja a Rossi, como si fuera un juego de palabras con el significado de su apellido en italiano.

Solamente lo votaron el 22% de sus comprovincianos. Un papelón porque fue la peor actuación del peronismo en toda la historia. Reutemann en el 99 había logrado el record del 57,6% y lo más flojo fue Rafael Bielsa con casi el 39% en el 2007. Para colmo no todos los peronistas cobraron por igual. Por múltiples motivos, la hermana del ex canciller, María Eugenia Bielsa hizo una excelente elección y sumó casi 200 mil votos más que Rossi. Ayer la presidenta recibió a María Eugenia y la felicitó. Agustín Rossi se quedó en su casa, rumiando su bronca y lamiendo sus heridas.

Estamos hablando del presidente del bloque de diputados nacionales del Frente para la Victoria. De un soldado fiel y con una gran capacidad para juntar votos y consensos. Pero ya se sabe que la derrota de los coroneles no la compran los generales. La sabiduría del lugar común dice que la victoria tiene muchos padres y que la derrota es huérfana.