¿Dónde está Cristina Fernández de Kirchner? La pregunta vale porque desde que el siniestro ferroviario asesinó a 50 personas no se ha visto una sola imagen de la presidenta. Ni si quiera una foto reunida con algún ministro. Es evidente que no quiso asociar su rostro ni su figura a nada que tenga que ver con la tragedia que nos enluta y nos indigna. Siempre hay un asesor a mano que le dice que otro ponga la cara para los cachetazos. Para eso están los ministros, los secretarios, ellos son los fusibles. Ellos son los responsables de todo lo malo y usted, señora presidenta, es la responsable de todo lo bueno.

De todos modos, los pocos que han podido verla, dicen que estaba furiosa. Que de su boca solo salían insultos y reproches. Dicen que ese ventilador encendido que repartía barro para todos lados impactó con fuerza en la humanidad de Juan Pablo Schiavi. Por eso le digo que Schiva descarriló. Anoche, en el gobierno nadie daba un centavo por la continuidad del secretario de Transporte una vez que el tema baje de la tapa de los diarios.
 
Es muy difícil que los Kirchner entreguen un funcionario en medio de la lluvia de críticas mediática. Lo sienten como una derrota personal. Como si les doblaran el brazo en la pulseada y no como realmente es, una secuencia lógica de un funcionario que no dejó papelón por hacer. Hasta Hebe Bonafini que se cuida de no criticar nada ni a nadie de este gobierno dijo que Schiavi era un “pelotudo”, con perdón de la palabra. Ayer apareció en cámara por orden de la presidenta para tratar de tapar el sol con las manos y aclarar lo que oscurecía. En todo momento se comportó mas como vocero del grupo Cirigliano y de sus empresas que como funcionario público que debe defender a los ciudadanos y a las víctimas. Fue patética su presencia ante la televisión. Trató de explicar lo inexplicable y eso lo mostró dubitativo y tambaleante, como si estuviera en medio de las arenas movedizas de la política, es decir que mientras mas se mueve, más se entierra. La vergüenza ajena mayor había sido el mismo día que ocurrió este nuevo Cromagnon de Once pero esta vez en las vías y no en un boliche. Todas sus palabras apuntaron a minimizar la profundidad del horror.
 
Primero fue obvio: dijo que en todas partes ocurren accidentes y mencionó a varios países europeos. Después nos trató a todos de tontos cuando construyó un laberinto con sus propias palabras para decir que si hubiera sido en un día feriado, la cantidad de víctimas hubiese disminuido sustancialmente. Chocolate por la noticia. Hasta criticó “esa costumbre argentina” de ir en los primeros dos vagones que también multiplicó la cantidad de muertos. Tal vez el secretario Schiavi nunca fue a trabajar en tren.

Por eso no sabe que van a los vagones de adelante porque los trabajadores llegan con los minutos contados y tratan de ganar algo de tiempo para no perder el presentismo o no recibir un reto de sus patrones. Cristina le ordenó, al parecer de no muy buena manera, que se hiciera cargo de esas barbaridades que habían generado un tsunami de críticas en las redes sociales y hasta una tapa de la revista Barcelona que ridiculizó al funcionario. Frente a las cámaras se permitió corregir a un periodista de un diario oficialista por un error de fechas y debatió algunos conceptos con él. Con una llamada telefónica alcanzaba. No le gustó que lo colocaran como parte del ciclo del menemismo ferroviario.

Seguramente no le gusta que se diga que es el sucesor de Ricardo Jaime, con todo lo que eso implica. Ni que fue funcionario de Carlos Grosso o jefe de campaña de Mauricio Macri. Para ser más rigurosos y ecuánimes, hay que decir que Jaime no nació de un repollo. Que fue el hombre de mayor confianza en los negocios de Néstor Kirchner y por eso siempre lo tuvo a su lado.

Que Cristina al principio lo ratificó en su cargo y que luego fue ella la que designó a Schiavi. De todas maneras no corresponde convertir a Schiavi en el único chivo expiatorio. Schiavi apenas es un emergente de una mafia de negocios corruptos que mezcla empresarios inescrupulosos, sindicalistas millonarios y un estado cómplice.

Si aquel Cromagnon de los pibes hirió de muerte política a Aníbal Ibarra, este Cromagnon de los trabajadores debe producir los juicios y los castigos correspondientes. Si Cristina expulsa a Schiavi del gobierno, de todos modos, no va a solucionar nada. Porque el problema es mucho mas profundo y complejo. Pero por algún lado hay que empezar. Por eso creo que Schiavi descarriló. Sería bueno que se enterara.