Andy Murray es, junto a Rafael Nadal, uno de los pocos tenistas que puede contar que tiene “de hijo” a Roger Federer. El escocés, que el año pasado había conseguido el primer impacto grande de su carrera al llevarse ante el suizo la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Londres -y que lidera el historial entre ambos por 11 triunfos a 9-, consiguió en la noche de Australia hacer valer esa paternidad. Y por 6-4, 6-7 (5-7), 6-3, 6-7 (2-7) y 6-2 consiguió la victoria que lo dejó en la final, donde enfrentará al número 1 del mundo, el serbio Novak Djokovic.



Murray arrancó mucho mejor el partido. A pesar del 6-4 que indica paridad en el primer set, el escocés fue más sólido con su saque y en ningún momento dio indicios de ceder el dominio. Roger emparejó en el segundo parcial y consiguió marcar la mínima diferencia en el tie-break por 7-5 para volver a meterse en el partido.



En el tercer set, Murray volvió a marcar la diferencia en el momento decisivo, al quebrar en el octavo game y luego liquidar con su servicio para 6-3.



Y en el cuarto parcial la historia tuvo una fuerte sacudida: daba la impresión de que Roger, que llegó a estar 4-1 arriba, dejaba pasar algunas oportunidades en las que, a esta altura de su carrera, no puede fallar. Murray se recuperó y después consiguió un quiebre en el undécimo game que parecía definitiva. Pero Roger logró ponerse break point y luego un error del escocés con la derecha llevó todo a un inesperado tie-break. Allí, el control psicológico había cambiado claramente de manos y el resultado fue un 7-2 contundente para Federer. Había que definir todo en el quinto.



Cuando parecía que al escocés podía temblarle la mano, pasó todo lo contrario. Como una muestra de su evolución mental, evidenciada en el segundo semestre del año pasado, mantuvo la calma y no sólo logró sostener su servicio con eficacia sino que de entrada le quebró a Federer como para volver a poner las cosas en su lugar. Ya no soltaría esa ventaja. Y con el saque de Federer lo liquidó en el octavo game.



Andy buscará el domingo su segundo título de Grand Slam consecutivo justamente ante Djokovic, el mismo rival al que venció para conseguir el primero, el año pasado en el US Open. Un triunfo le valdría al escocés quedar a las puertas del número 2 del ranking, pero sobre todo demostrar que está en perfectas condiciones de pelearle al serbio este año el lugar más alto del listado.