Ringo Bonavena, la argentinidad al palo
A 79 años del nacimiento del boxeador más mediático de la Argentina
El 25 de septiembre de 1942 nació Oscar Natalio, sexto hijo de la familia que habían constituido Vicente Bonavena y Dominga Grillo. El primer pesaje de su vida registró en la balanza 3 kilos 950 gramos. Primero fue el Titi y luego sería para todos Ringo.
Ese muchacho tan especial empezó a caminar con sus pies planos por la infancia.
En 1958, se fue hasta el club Huracán para empezar a practicar boxeo.
Su periplo amateur lo recorrió en clubes como Unidos de Pompeya y el propio Huracán, o en algunos combates en la Federación Argentina de Box.
Fue durante 5 años campeón argentino amateur de peso pesado.
El grandote de Parque Patricios avanzaba en el mundo de las piñas a su modo, con su espíritu forjado en el seno de su familia y su casa.
En 1963, Bonavena fue uno de los representantes del boxeo argentino en los Juegos Panamericanos de Sao Paulo y allí protagonizó una escena fuera de lo común. Había sido derribado dos veces por el norteamericano Lee Carr que le estaba dando una verdadera paliza. De la impotencia, Bonavena le mordió la tetilla y fue inmediatamente descalificado.
Llegó el profesionalismo
El debut como pugilista rentado fue lejos de su Parque Patricios: en Estados Unidos. El 3 de enero de 1964 noqueó en el primer round a Ron Hicks.
En abril de ese año, Oscar Natalio se convirtió en Ringo.
En un paseo por el Rockefeller Center, cerca de donde cuatro jóvenes músicos ingleses (llamados los Beatles) filmaban una película, una chica bromeando lo llamó Ringo. Y le quedó para siempre. Ese apodo reafirmó aún más el personaje que constantemente montaba.
El 26 de julio de 1965, Bonavena debutó en el Luna Park, lugar en el que primeramente cosechó enconos de a kilos. Sus palabras altisonantes y su actitud soberbia no eran aceptadas, despertaba odios.
Para colmo, dos meses después enfrentó al campeón Goyo Peralta en un combate que vendió 25.236 entradas. Nunca más en el Luna se vio algo así. Y el abucheado Bonavena, ganó aquella pelea. A partir de allí se le abrió un nuevo mundo.
Empezó a alternar el boxeo con la farándula. Cantó, actuó y se le apareció una encrucijada: el boxeo o la noche.
Era amigo de Palito Ortega y eso lo acercó a Dino Ramos que le hizo una canción a medida. Una canción del todo absurda que grabó con el grupo uruguayo Los Shakers y que vendió 40 mil discos.
Cuando alguien lo cargaba con la canción, respondía: “gané más plata con eso que vos en toda tu vida”.
“Pio pio pio, pio pio pa, siempre en primavera hay felicidad”.
El inicio del año 66 lo encontró haciendo teatro en El Nacional. La obra se llamaba “La Lechuguita y el Pato Volador”, con Zulma Faiad, el Pato Carret y Juan Verdaguer, pero el gran atractivo era él. “Cuando Ringo entraba al escenario, el teatro se venía abajo”, declaró la Faiad.
Gerardo Sofovich llegó a transmitir en vivo por televisión los famosos almuerzos domingueros en la casa de los Bonavena.
El día de la primavera de 1966 perdió por puntos ante el ex campeón mundial Joe Frazier, con quien volvió a perder en 1968.
Pero su momento cumbre llegaría el 7 de diciembre de 1970, en Nueva York y ante Cassius Clay, ya conocido como Muhammad Ali.
Ringo viajó en el vuelo 707 de Pan Am, pero la salida se demoró. El comandante señaló a los pasajeros: “Hemos recibido una denuncia sobre la existencia de una bomba a bordo”. Todos se pusieron nerviosos, salvo el ocupante del asiento 3 A de la primera clase, un tal Oscar Bonavena, que descendió último.
Revisaron la máquina de cabo a rabo y no encontraron nada. Aquella denuncia anónima había sido falsa. Tiempo después se supo el nombre del denunciante: Oscar Bonavena.
¿Por qué lo hizo? Marketing puro. Cuando el avión aterrizó en el Aeropuerto Kennedy todos los periodistas estaban allí.
Ali pesó 96 kilos 200 y Bonavena 92.500.
La Argentina toda se detuvo para ver el gran evento, y se marcó el récord histórico de rating, con picos de 90 puntos.
Ringo mereció terminar en pie el combate, pero no fue posible. Estuvo cerca de la hazaña cuando lo conmovió con dos golpes y lo hizo trastabillar a Ali. Fue en el mítico round 9. Llegó hasta el asalto 15, donde el terrible poder del norteamericano le hizo besar la lona tres veces.
A partir de Ali, su vida volvió a cambiar.
Los 170.000 dólares de la bolsa y la paliza que le dio el fabuloso campeón en el último round lograron que Ringo peleara sólo dos veces en los siguientes dos años.
Y llegaría un final de película, de película triste.
Se instaló en Reno, Nevada, y firmó contrato con unos facinerosos que le acordaron algunas peleas y todo terminó de la peor manera.
Hizo allí su último combate, el 26 de febrero de 1975 ganándole por puntos a Billy Joiner. Pero se metió en demasiados problemas.
Cerca de las seis de la mañana del 22 de mayo de 1976, Ringo llegó a las puertas del Mustang Ranch queriendo solucionar diferencias con su dueño Joe Conforte, un mafioso siciliano que además era el marido de Sally, una veterana que había protegido al boxeador argentino, incluso dándole 7.000 dólares de su bolsillo.
Jeans, camisa roja, botas tejanas y un toscano en la boca.
Se paró en la puerta y a los gritos pidió hablar con Joe Conforte, que estaba dormido en la planta alta del enorme prostíbulo.
-Tenemos órdenes de no dejarte entrar.
-Quiero ver a Joe. ¿Por qué está enojado conmigo?, gritó Bonavena.
-Porque le robaste a Sally, porque vas diciendo por ahí que te vas a quedar con todo, porque te estás aprovechando de él.
-Ya va a ver quién soy. Lo voy a matar a ese hijo de puta.
Los gritos despertaron al guardaespaldas personal de Conforte, Willard Ross Brymer.
Se acercó al lugar y ordenó “que nadie salga”.
Fue a buscar un arma y la encontró en la torre de seguridad: un rifle de caza Springfield.
Comenzó a bajar las escaleras para encontrarse con Bonavena, al que odiaba íntimamente por varias cosas que habían sucedido entre los dos.
Se le acercó y le gritó:
-Fuera de aquí.
-Quiero ver a Joe –insistió el testarudo Bonavena.
-No te quiere ver, fuera!
Ringo no respondió.
-Estás borracho, no?
Ringo tampoco dijo nada y quiso agacharse. Brymer le gritó “no te muevas”, Ringo no obedeció y Brymer disparó.
Conforte dormía profundamente producto de los somníferos pero la insistencia del teléfono lo despertó. “Joe, mataron a Bonavena. El cadáver está en la puerta del Ranch”.
Ringo tenía 33 años.
Brymer fue sentenciado a 14 meses de prisión y murió en el año 2000. Sally lo hizo ocho años antes.
Y como yerba mala nunca muere, Joe Conforte escapó de Estados Unidos con deudas de 13 millones de dólares al fisco y se fue a vivir a Brasil, donde parece ser que aún mora a los 95 años.
Esta fue la vida de Oscar Natalio Bonavena, boxeador precario, bravucón, una agencia de publicidad de sí mismo. Uno de los componentes indudables del gen argentino.
La gloria y Devoto siempre tan cerca.