El FBI aceptó que compró el software espía Pegasus, pero dice que nunca lo usó
El bureau norteamericano tuvo que aceptar que adquirió el programa israelí, pero se defiende diciendo que nunca se usó en apoyo de ninguna investigación.
El FBI ha confirmado que obtuvo el poderoso software espía Pegasus de NSO Group, lo que sugiere que compró el acceso a la controvertida herramienta de vigilancia israelí para “estar al tanto de las tecnologías y oficios emergentes”.
En un comunicado enviado a The Guardian, la oficina dijo que había obtenido una "licencia limitada" para acceder a Pegasus para "prueba y evaluación del producto únicamente" y sugirió que su evaluación de la herramienta se relacionaba en parte con preocupaciones de seguridad si el software espía caía en el " manos equivocadas”.
La oficina también afirmó que nunca había utilizado Pegasus para respaldar ninguna investigación del FBI. “No hubo uso operativo en apoyo de ninguna investigación, el FBI obtuvo una licencia limitada solo para pruebas y evaluación de productos”, dijo el comunicado.
La declaración marcó un reconocimiento directo por parte del FBI de que adquirió Pegasus, una de las herramientas de piratería informática más sofisticadas del mundo.
El New York Times informó por primera vez sobre la adquisición de Pegasus por parte del FBI, que ocurrió en 2019, bajo la administración Trump.
Fue una revelación sorprendente en parte porque la administración Biden recientemente colocó a NSO en una lista negra del departamento de comercio, diciendo que tenía evidencia de que las herramientas de piratería de la compañía habían permitido a los gobiernos de todo el mundo llevar a cabo una “represión transnacional”, dirigida a disidentes y periodistas.
The Guardian y otras organizaciones de medios también han informado de varios casos en los que, según los investigadores de seguridad, los gobiernos han utilizado las herramientas de NSO para atacar a ciudadanos estadounidenses en todo el mundo, incluida Carine Kanimba , la hija del disidente ruandés encarcelado Paul Rusesabagina, y Lama Fakih, un alto funcionario de Human Rights Watch en Beirut.