Raúl Alfonsín, el símbolo de la democracia
A 13 años de la muerte de un político fundamental.
Hijo mayor del comerciante Raúl Serafín Alfonsín y de Ana María Foulkes, Raúl Ricardo Alfonsín nació en Chascomús, a 123 km de la ciudad de Buenos Aires, el 12 de marzo de 1927, cuando en la República Argentina era presidente una de las figuras de la Unión Cívica Radical: Marcelo T. de Alvear.
Su padre, comerciante minorista, y su madre, hija de un galés y una inglesa, tuvieron luego cinco hijos más.
Raúl Ricardo estudió la primaria en la Escuela Normal Regional de Chascomús y el secundario lo hizo en el Liceo Militar General San Martín, donde fue compañero de Albano Harguindeguy (que sería Ministro del Interior de Videla) y de, ni más ni menos, Leopoldo Fortunato Galtieri, el delirante presidente de facto que mandó al país a una guerra absurda por Malvinas.
Allí egresó como subteniente de reserva.
Luego estudió Ciencias Jurídicas en la UBA y en 1950 se recibió de abogado.
Un año antes se había casado con María Lorenza Barreneche, con la que tendría seis hijos.
Parece que en la familia los hijos venían de a media docena.
No bien recibido de abogado potenció su participación en la Unión Cívica Radical y como también se dedicaba al periodismo, fundó por esa época el diario El Imparcial.
En 1954 fue elegido concejal en Chascomús a los 27 años.
Un año después, con la llegada de la Revolución Libertadora, las cosas se pusieron difíciles no solo para el Peronismo sino también para todos los partidos políticos. Lo metieron preso.
En el 58 fue elegido diputado por la Provincia de Buenos Aires y luego diputado nacional en el gobierno de Arturo Illia. En el 66, con Onganía, también estuvo detenido.
En el 73 se produjo el regreso de Perón al país y los radicales perdieron esa elección, por lo que Raúl creó el Movimiento de Renovación y Cambio, enfrentado en la ideas al Balbinismo. Ricardo Balbín era el adversario político de Perón y la figura número 1 de la UCR.
El 18 de diciembre de 1975, Alfonsín fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, que realizó una notable tarea, primero en lucha contra la Triple A y luego contra el tremendo Proceso de Reorganización Nacional, apoyando a la CONADEP.
Tan involucrado con la causa estaba que prestó gratuitamente sus servicios de abogado para ayudar a los opositores perseguidos. Viajó por el mundo libre para gritar lo que pasaba aquí.
En el 76 fundó la revista Propuesta y Control, una de las pocas que se atrevía a decir lo que los militares no querían escuchar.
LA VUELTA DE LA DEMOCRACIA
La estructura podrida y con las manos 30.000 veces manchadas del Proceso, se cayó, y para diciembre de 1983 se produjo el retorno a la vida democrática.
El domingo 30 de octubre se realizaron las elecciones. Las urnas, que estaban bien guardadas, reaparecieron en la vida política del país.
Al ver que el apoyo de Alfonsín era muy fuerte, su rival en las internas, Fernando De La Rúa, declinó su candidatura.
Raúl se presentó en la fórmula junto al ex intendente de Córdoba, Víctor Hipólito Martínez, que tenía 59 años. Raúl tenía 3 menos.
Tremenda fue la expectativa y la felicidad que vivió el pueblo por poder otra vez elegir a sus gobernantes. Los dos grandes partidos del país acapararon todas las miradas y los votos. Los dos cierres de campaña fueron multitudinarios. El Justicialismo, con el error histórico de Herminio Iglesias quemando un féretro con los símbolos radicales, y la UCR con un acto emocionante que terminó con un discurso encendido de Alfonsín.
Fueron 7.724.559 de votos los que recibió la fórmula Alfonsín-Martínez, lo que significó el 51,75% contra el 40,16% de la fórmula Justicialista Luder-Bittel.
Un diario extranjero tituló: “En la Argentina, un solo hombre venció al Movimiento más grande del mundo”.
De la campaña de Alfonsín quedaron muchas cosas: el “Ahora, Alfonsín”, el saludo característico tomándose las manos a un costado de la cara, la frase “con la democracia, se come, se cura y se educa” y “un médico ahí”. El logo ovalado con la bandera albiceleste y las letras RA.
Fue por esos tiempos que denunció un pacto entre la cúpula de las Fuerzas Armadas y la dirigencia sindical argentina para que no hubiese juzgamientos. Esa acción tuvo repercusión mundial.
El 10 de diciembre asumió la presidencia.
“Sabemos que son momentos duros y difíciles, pero no tenemos una sola duda. Vamos a arrancar los argentinos, vamos a salir adelante, vamos a hacer el país que nos merecemos”.
LA PRESIDENCIA
El gobierno de Alfonsín tuvo dos grandes problemas, que lo horadaron desde el principio: la economía y los militares.
No fue fácil salir de la dictadura. Aquellos que hasta ayer eran torturadores, expropiadores, asesinos, se habían ido del gobierno, pero no del país ni de sus calles. Te los chocabas en cada esquina.
El 20 de septiembre de 1984 se presentó un informe de la Conadep que se conoció universalmente con dos palabras: NUNCA MÁS.
Hubo juicio a las juntas y salieron las penas. El malestar comenzó a crecer.
Como el poder en las tinieblas era aún inmenso, hubo que ceder. Se originó la Ley de Punto Final, que explicada burdamente sería…los enjuiciamos hasta acá y ya basta de seguir investigando.
No fue suficiente.
La semana santa de 1987 fue aciaga. Los carapintadas, encabezados por Aldo Rico, un ser de ideas antidemocráticas que sin embargo supo ser recogido por la democracia (intendente de San Miguel, Ministro de Seguridad, diputado), protagonizaron un alzamiento en Campo de Mayo. El propio Alfonsín, exponiendo su vida, fue a negociar con los rebeldes.
Y llegó a un acuerdo, por supuesto aflojando la cuerda.
La plaza se llenó apoyando a su presidente y a la democracia. En un acto pocas veces visto en el mundo, Alfonsín le dijo a la masa: “Les pido que me esperen acá, yo mismo voy a ir a Campo de Mayo a solucionar esto y vuelvo”.
Y a las dos horas volvió.
“Felices pascuas, la casa está en orden”.
Apareció entonces la Ley de Obediencia Debida.
Esto lo dejó muy mal parado. La presión era mucha, el miedo a un nuevo golpe estaba latente
Llegarían otros alzamientos: Monte Caseros, La Tablada con 39 muertos…
Y para colmo, la economía.
El primer ministro de Economía fue Bernardo Grinspun. El legado de la dictadura había sido terrible, un país devastado con 45 mil millones de dólares de deuda y con la industria desmantelada.
Se crearon las cajas PAN (Plan Alimentario Nacional) para paliar el hambre de los pobres, pero no aparecían soluciones.
En 1984 la inflación fue del 625%.
En febrero del 85 asumió Juan Vital Sourrouille y pronto llegó el Plan Austral. Allí nació una nueva moneda, quitándole ceros al peso. El austral.
En el 88 hubo demasiados problemas en el pago de la deuda externa y en mayo del 89 la inflación mensual rompió todo: 78.4%
Apareció la hiperinflación. La pobreza llegó al 47,3%, récord histórico.
El 14 de mayo de 1989 se realizaron las elecciones presidenciales.
El justicialista Menem superó al radical Angeloz 48,5 a 37,1.
Faltaban siete meses para el cambio de mando, pero hubo que adelantarlo. Las manifestaciones violentas y los saqueos a los supermercados eran insostenibles. Alfonsín sabía que iban por su cabeza y que su salida anticipada descomprimiría. Menem primero no quería saber nada, pero después acordó. Alfonsín dijo: “Si hace falta que renuncie, renuncio”. Y lo hizo.
El 8 de julio asumió Carlos Saúl Menem.
El gobierno de Raúl Alfonsín había dejado la integración con Brasil (paso previo al Mercosur), la Ley de divorcio, el intento del traslado de la capital a Viedma y una lucha honesta por la libertad.
No fue fácil. Tuvo enfrentamientos y muchos.
Luego de alejarse del poder, Alfonsín siguió siendo presidente de la Unión Cívica Radical por un tiempo. Participó del llamado Pacto de Olivos para la reforma de la Constitución
Sufrió un atentado en el 91 en San Nicolás, fue uno de los fundadores de la Alianza que llevaría a De la Rúa a la presidencia, fue elegido senador, a la vez que en la sociedad se daba un proceso transformador sobre su imagen. Se valoró su lucha y se puso en contexto su gobierno.
Raúl Ricardo Alfonsín murió de cáncer de pulmón a los 82 años, el último día de marzo de 2009.
Un hombre fundamental para la democracia, un hombre fundamental para la República, un hombre fundamental para la libertad.