Fue una era salvaje, indescifrable. Y el 24 de marzo es una fecha símbólica, fue el día en que los tiranos oficializaron la toma del poder y definieron el uso de los instrumentos del Estado, para cometer todos los crímenes que fueran necesarios, a efectos de para cumplir sus fines y saciar su sed.

Coparon entonces el Estado, desde allí masacraron, eliminaron y desaparecieron a una generación. El concepto de desaparición es inaceptable, como lo es la tortura o el secuestro de bebés. Todo eso nos pasó. Una banda de criminales armados asaltó el Estado que somos todos, y desde allí nos robaron muchos mas años que aquellos en los que se mantuvieron en el poder formal.

Las generaciones que nos formamos a la luz de la recuperación democrática tuvimos la misión de asegurar que esa tragedia no vuelva a ocurrir. Hoy, podemos decir que pocas cosas útiles le dejamos a las generaciones que vienen y que hay infinidad de deudas que reprochar, fracasos evidentes.

Pero les dejamos la libertad. De decir, de hacer, de ser. La libertad es un derecho, es verdad, forma parte de esas cosas que naturalmente deben estar ahí, a disposición de cada persona. Pero por mucho tiempo no fue así. Decir o hacer, era también morir, en el mejor de los casos. 

La libertad se recuperó con la sangre de muchos, y el coraje suicida de quienes creyeron que podíamos tener lo que nos merecíamos. Es difícil alcanzar conciencia en el mundo de hoy, que hubo quienes dieron todo para ganar el derecho fundacional. El derecho a que una persona pueda autopercibirse de un sexo diferente al de su nacimiento, el derecho de una mujer sobre su propio cuerpo, el derecho a vivir en un ambiente sano, nacen del aquel derecho a la libertad que hubo que ganar.

Los derechos de esta generación hubieran sido impensables si no hubiera habido quienes entregaran todo para asegurar el derecho simple, un derecho madre, pero que nos fue negado mucho tiempo por medio de la violencia.

Para eso sirve el día de la memoria. Para recordar que nos acorralaron, nos asesinaron, nos desaparecieron y nos torturaron, pero también que pudimos salir de ese espantoso terror, a fuerza de coraje y tenacidad, de sobreponernos al miedo. Y eso es la esperanza surgida del horror, porque como se cantaba por entonces: "a pesar de los golpes y de nuestros caídos, la tortura y el miedo, los desaparecidos...no nos han vencido".