Todos indignados
Las declaraciones y el paralelismo entre el fiscal Luciani y el caso Nisman, que desarrolló el presidente en TV, indignó a propios y extraños, por disintos motivos.
Si usted no sabe arreglar los caños de su casa, ¿que hace?. Todo indica que llama a un plomero y no toca nada para no hacer lío. Y si usted no sabe de medicina ¿le receta cosas a sus vecinos para mitigar sus dolencias?. Si lo hace es un irresponsable.
Comunicar también requiere una estrategia, un conocimiento, una preparación. No se va a un programa de televisión de exposición masiva a "decir cualquiera". Menos si se es presidente, y mucho menos si se es el presidente con menos poder real que se recurde, y menos inclusive, si existe un tema de alta sensibilidad en danza y aquello sobre lo que no se tiene una respuesta coherente, es justamente ese tema.
Eso fue lo que hizo Alberto Fernández en su visita al programa A Dos Voces, por TN. La acusación del fiscal Diego Luciani contra Cristina Kirchner, y la eventual comparación con el fallecido fiscal Alberto Nisman, era evidente, obvia, esperable. Y la respuesta del presidente fue, tal vez, la peor que podía dar.
De hecho, la misma fue aprovechada por la oposición a mansalva, hasta el pedido de juicio político al titular del Ejecutivo. Pero también indignó al kirchnerismo. En las cercanías de Cristina estaban enfurecidos bramando que Alberto "lo puso a Luciani como víctima".
Las posturas son válidas, ambas. La de la oposición utilizándolo y la del kirchnerismo indignándose porque les arruinaron la estrategia, lo único inverosimil es la respuesta presidencial a la consulta periodística.
Fernández ha demostrado a lo largo de su gestión, que tal vez su mayor déficil haya sido la comunicación. Pero el presidente no parece tener razón de sus limitaciones e insiste en exponerse tanto al error como al ridículo en cada oportunidad. Evidentemente, carece de un equipo en capacidad de construir un escenario posible en una entrevista, y diseñar respuestas adecuadas; o bien, lo tiene e ignora su trabajo o no puede retenerlo.
En todo caso, lo mejor sería para el presidente limitar su exposición pública, ceñirla a apariciones perfectamente guionadas y, por cierto, circunscribirse a ese guión. De otro modo, no habrá desaceleración inflacionaria, alza de reservas o contención del precio del dólar, que valga.