Un clásico de la etnografía es que, cuando una sociedad comienza a tener una creciente capacidad de acumulación de recursos, surge la desigualdad social (incluida la de género). Por ello, se estima el momento en que surgieron las desigualdades en las primeras sociedades metalúrgicas.

Ahora, el descubrimiento del antiguo cementerio real de Basur Höyük, en el este de Turquía, ha proporcionado información crucial sobre el origen de la desigualdad social durante la Edad del Bronce. Este sitio arqueológico, ubicado en la provincia de Siirt, revela que la desigualdad no surgió de manera espontánea, sino que fue el resultado de un proceso gradual impulsado por la consolidación del poder, el control de recursos y la institucionalización de las diferencias entre clases y de género.

El yacimiento de Basur Höyük fue un centro de poder local con fuertes vínculos con las ciudades mesopotámicas. Contiene tumbas monumentales de la élite local con ajuares funerarios excepcionales, lo que incluye sacrificios de adolescentes, la mayor parte de ellos, mujeres.

Los ajuares funerarios incluyen armas, objetos de prestigio y ofrendas que indican una clara diferenciación social. Se encontraron indicios de sacrificios humanos, una práctica común en sociedades altamente jerarquizadas. Las tumbas de la élite contienen dagas de bronce, puntas de lanza, sellos cilíndricos, joyas de oro y plata, y otros objetos de lujo.

El estudio sugiere que la desigualdad fue un mecanismo deliberado para la organización del poder. Basur Höyük desempeñó un papel clave en la difusión de ideas, tecnologías y estructuras de poder. El análisis de este yacimiento permite comprender mejor cómo las sociedades humanas pasaron de sistemas igualitarios a estructuras jerárquicas.

Se encontraron restos de múltiples individuos enterrados junto con los gobernantes como sacrificios humanos. Las víctimas eran seleccionadas deliberadamente, en su mayoría mujeres adolescentes. Estos rituales reforzaban la lealtad y la estructura de dominación.

El estudio de Basur Höyük ha permitido a los investigadores identificar patrones similares en otras regiones del mundo, donde la élite emergente utilizaba la guerra, el comercio y los rituales religiosos para consolidar su dominio.