(Por Esteban Jacyna)

Planificar el cruce los Andes requirió del conocimiento de los arrieros y baqueanos cuyanos, que a lo largo de los siglos hicieron del comercio entre ambos lados cordilleranos su forma de subsistencia.

Aunque esa detallada información no estaba sistematizada en mapas o textos, la gran mayoría de los desfiladeros eran conocidos por aquellos pobladores.

Con esas guías el Sargento Mayor Álvarez Condarco cruza hacia Chile en diciembre de 1816. Por orden de San Martín lleva a las autoridades realistas una copia del acta de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. La provocación rinde su efecto y enfurece al mariscal Marcó del Pont quien rechaza con rigor el gesto. Perdonando la vida del patriota mensajero, lo manda de vuelta por el camino más corto hacia Mendoza. La información recabada en ese regreso apresurado sirve de valiosa referencia topográfica y fortalece los detalles del plan que estaba a punto de ser llevado a cabo por las tropas Libertadoras.

Hoy el destacamento Álvarez Condarco de Gendarmería, aparece como un oasis en medio del tedioso y fascinante camino de ripio que nos aleja de Barreal al tiempo que nos lleva inevitablemente hacia Manantiales. Por aquí los caminos solo van. No hay encrucijadas, no hay bifurcaciones, no hay equívocos.

La Unidad esta emplazada en el único punto verde que encontramos tras varias horas de marcha seca y arenosa. La vega que alimenta esa excepción geográfica aparece en las referencias históricas del paso de las tropas sanmartinianas. Nos advierten una diferencia. Entonces no existían los árboles, que hoy conforman un monte vital y protector. Que extraño resulta aceptar que ese paisaje es producto de la mano del hombre. Los perros salen a saludarnos, corren un buen trecho de despedida y las camionetas una tras otra, revolucionan la atmosfera con una cinematográfica polvadera que sugiere aventura. Seguimos el camino. Álvarez Condarco queda atrás. Por allí pasó, allí estuvo, allí seguirá.

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