Leía yo una encuesta de la consultora Ipsos que arrojaba lo siguiente: en materia de relaciones románticas, los llamados ‘boomers’ (nacidos entre 1945 y 1964) son los que admiten sentirse más amados.

Esto disparó mi curiosidad inagotable sobre cómo es ‘amar’ en tiempos donde mirar una pantalla es diez veces más asiduo que mirarnos a los ojos.

El Amor líquido (del que habla Zigmund Bauman) se refiere a la fragilidad de las conexiones humanas en el mundo globalizado. Me pregunto si, acaso, el amor es eso que leemos sólo en libros o vemos sólo en el cine mientras en el mundo real estamos distraídos con otras cosas…

Entre tantos términos que surgieron en la última década adaptados a lo que yo llamo tecno-emociones (o emociones tecnológicas), es decir, sentimientos atravesados íntegramente por el mundo digital donde nos toca ser parte, hay uno que llamó particularmente mi atención. Me refiero a “Situation-ship”.

Situationship deviene de una vinculación o fusión entre las palabras ‘relación’ y ‘situación’. Es cuando empezás a salir con alguien, pero todavía es apresurado para plantear una etiqueta…

Hallé una definición muy exacta sobre ‘situation-ship’: “conexión física y emocional libre, sin proyectos a largo plazo y a medio camino entre la amistad y la pareja”.

Indefectiblemente pienso en lo que milennials (nacidos entre 1980 – 1994) o centennials (1995-2010) entienden por amor. Y, en todo caso, si ese estado de ‘situation-ship’ en vez de ser temporal, se ha vuelto una constante en el modo de vincularnos…

Quiero focalizar en el concepto de AMOR. En cómo lo entendían los boomers y cómo lo entiende hoy la Generación Z. Tal vez hoy haya un enorme entrecruzamiento del romanticismo con el individualismo/narcisismo (una característica por demás contemporánea).

Decía Erich Fromm en su clásico ‘El arte de amar’:

“El amor no es algo natural. Más bien requiere disciplina, concentración, paciencia, fe y la superación del narcisismo. No es un sentimiento, es una práctica”.

Entonces voy más allá. Me introduzco en un terreno complejo -tal vez algo fangoso- y apelo al concepto de ‘compromiso’. Es normal ver masivamente en la actualidad un compromiso indestructible con uno mismo y con los propios placeres…son tiempos de ‘disfrutar a tope’. Pero es más bien una excepción hallar rastros de compromiso en la misma medida para abordar una relación de pareja. Básicamente -hay que decirlo sin filtro- se trata de la falta de vocación o iniciativa para el riesgo. Y como cuenta la historia de todos los tiempos, sin riesgo nunca se crece y quien no arriesga nunca gana…

Entonces acá la otra pregunta es…  ¿buscamos ganar algo en materia de amor en estas épocas? ¿O sólo nos limitamos a buscar un placer inmediato o más o menos frecuente?

Vuelvo al Amor Líquido de Bauman:

“Una cultura de consumo como la nuestra es partidaria de los productos listos para uso inmediato, las soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieran esfuerzos prolongados, las recetas infalibles, los seguros contra todo riesgo y las garantías de devolución del dinero. La promesa de aprender el arte de amar es la promesa (falsa, engañosa, pero inspiradora del profundo deseo de que resulte verdadera) de lograr ‘experiencia en el amor’ como si se tratara de cualquier otra mercancía. Seduce y atrae con su ostentación de esas características porque supone deseo sin espera, esfuerzo sin sudor y resultados sin esfuerzo”.

Es cierto…el amor no puede con todo. Es cierto que el amor solo no alcanza…Pero no buscarlo nunca o, peor aún, evadirlo como constante, nos va a dejar siempre con sabor amargo y con el corazón vacío…aunque tengamos las manos llenas.