Vamos a unir varias palabras y conceptos: Plan superior, libre albedrío, azar, cosechas lo que siembras, somos lo que pensamos, coincidencia, mala suerte y sincronicodad.

Si dejas que se posen todas ellas encontrarás que tienen un denominador común. Que huelen a algo, que comparten un mismo barniz o un buen betún de judea: el destino. Esa misteriosa incógnita que por un lado nos libera, -ya que lo que tiene que suceder se sucede-, y por otro lado nos asusta, porque no recordamos haberlo escrito y no sabemos cuál es el camino al que llega. Una muerte temprana, una vida en solitario, un recién nacido enfermo, una imposibilidad para alcanzar metas,etc; el destino, primo hermano del azar. Puntiaguda palabra que por otro lado también nos deja en manos de algo que alguien escribió un buen día y que interpretamos en el teatro de la vida. El azar que no azahar, es como si alguien te lanzara sobre una rueda de ruleta y pudieras caer en cualquier habitáculo que equivalga a cualquier mundo con todos sus peligros e idiosincrasias posibles. ¿Qué sensación verdad? Sentir que una mano te lanza como un dado sobre el tablero y que ese número marcará tu devenir. Ante esta reflexión cabe preguntarse si todo aquello de lo que hablamos aquí hace años, el poder del pensamiento, cómo  nuestras acciones tienen consecuencias, la ley del Karma, la importancia de tomar conciencia..., pasaran a un segundo plano. Si tengo un destino, qué más da lo que haga. Haga lo que haga ya está mi surte echada.

Vamos a ver algunos casos. Una persona cuidadosa y siemple sale al trabajo y un día bien de mañana, se despide de su familia. En la autopista unos jóvenes que vienen de pasar la noche de joda hasta las cejas de sustancias opiáceas. Manejan en dirección contraria. Nuestro personaje muere. ¿Es destino es mala suerte, le tocaba morir en la lista de defunciones de la jornada y había que buscar una circunstancia para cumplir el guión prescrito?

Conocí una pareja que tuvo una relación que terminó por incompatibilidad de caracteres, hecho que produjo que ambos continuaran con sus vidas. Uno de los miembros se casó y tuvo hijos. El otro no. Pasados 20 años volvieron a encontrarse, volvieron a enamorarse y desde entonces están juntos. ¿Era el destino que estas dos personas tenían que terminar así? Encontrar a tu alma gemela tiene que ver con estar en el lugar y momento concreto o tiene que ver con la suerte, o la cantidad de amigos que tengas. Sólo por probabilidades, una generosa vida social  aumenta las posibilidades de tener pareja, de llegar a conocer a alguien que te interese. ¿O tiene que ver con las salidas nocturnas? ¿Puede alguien que su destino esté escrito y que pasa la vida en su casa leyenda o mirando Televisión encontrar a su alma gemela? Si el destino existe, si sucederá porque tiene que suceder, un día paseando a su perro, encontrará a su gran amor en una esquina y para de contar, poco importan sus actividades.

Quiero llamar la atención sobre las Sagradas Escrituras donde podemos ver un interesante caso para reflexionar. El apóstol Pablo le pidió a Dios que sanase alguna herida o mal que él padecía. Pero Dios no lo hizo. Y cuando leemos el versículo completo nos quedamos perplejos:
Los Corintios, 12: 7-9.
“Y para que la grandeza de las revelaciones no se exalte desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne… a lo cual tres veces he rogado al señor que lo quite de mi. Y me ha dicho: Bástate mi gracia…” Podría decirse en cierto sentido que el destino estaba escrito ya, y que Dios no iba a hacer nada.
¿Es el destino que un padre se arruine y su pasados unos años, su hijo también se arruine? ¿Era inevitable? ¿O es un programa que uno tiende a repetir y tomado conciencia puede ser reversible?

Imaginas que recoges un perro de la calle. ¿Es el destino del perro lo que tú decidas hacer con él? Lo sacas al parque o no, le pegas, lo alimentas bien o mal, lo sacrificas… nosotros nos convertimos en los creadores del destino del perro. ¿Quién es el creador de tu destino?  ¿Dónde queda el libre albedrío del que hablan todas las religiones?

En cierto sentido tenemos que afirmar que toda causa tiene un efecto y que las causas las decidimos nosotros. La filosofía Vedanta de la India habla del Karma, que atraviesa frontalmente al Budismo y al Taoísmo. ¿Qué relación tienen el Karma y el destino? En este caso el destino lo hacemos cada día. ¿Por qué dos amigos se encuentran casualmente en un momento concreto en el que uno necesita del otro para algo que está incursando en su vida en esa etapa concreta? Dos personas que podían llevar sin verse meses. Ello tiene una expresión que reafirma la duda, "las Sincronicidades". Doy fe que existen y cuanto más atento estés a ellas, más aparecerán en tu vida. Pero, ¿son está estás destino? si asi lo fueran ya no serían sincronicidades, ¿o si?

Termino con una cita de Albert Einstein, el místico de la relatividad: “El universo es similar a una película de cine. Podemos avanzar cuadro a cuadro; hasta podemos retroceder, pero como observadores, ya que no podemos retroceder el tiempo. Vivimos en el tiempo y el libre albedrío es solo una ilusión”.