¿De que unidad nacional habla la presidenta de la Nación? ¿A quien convocó ayer desde Tucumán cuando en forma genérica se refirió a los 40 millones de argentinos? ¿Cuáles son las señales que envía el gobierno de Cristina al respecto? No fue un llamado concreto, con nombre y apellido para tratar los principales problemas que estamos padeciendo.

No es que formalmente citó a los empresarios, los trabajadores y los partidos políticos, por ejemplo, para escuchar ideas y armar un plan integral que combata a fondo la inflación. Esa sería una buena idea. La inflación es un enemigo de todos en general y de los más pobres en particular. Pero Cristina no hizo eso. Fue un llamado a la unidad nacional vacío de contenido, jueguito para la tribuna.

La realidad cotidiana del comportamiento de Cristina indica todo lo contrario. Parece que cada una de sus movidas implica dividir al otro, fracturar a una sociedad que está demasiado cargada de agresividad y bronca. No es la primera vez que lo decimos. Pero si algo hizo Cristina con las organizaciones de la comunidad fue fragmentarlas. Hay cientos de ejemplo de que su lema fue y es:”divide y reinarás”.


Lo hizo con las centrales sindicales: estamos a punto de batir un record. En pocos días vamos a tener cinco organizaciones obreras, tres CGT y dos CTA.

Lo hizo con las entidades representativas de los empresarios y del campo. Guillermo Moreno fue el encargado de inventar sellos sin representatividad para erosionar la fortaleza de la Unión Industrial, por ejemplo, o de las asociaciones que integran la Mesa de Enlace. El mecanismo siempre es el mismo. El gobierno desconoce, ignora, no escucha ni recibe a los que no se subordinan a su pensamiento y de inmediato, inventa otro grupo al que le da el rol de interlocutor privilegiado. Una ficción que va deteriorando todo el mecanismo de negociación y discusión sana que debe haber entre un gobierno y las entidades representativas de la sociedad.

Pero el gobierno también partió los organismos de derechos humanos. Les puso la camiseta partidaria, les dio fortunas para que las maneje un delincuente perverso como Schoklender en el caso de Madres de Plaza de Mayo o sumó a las Abuelas como parte del cristinismo y les cerró la puerta a todos los grupos que no se dejaron cooptar. Porque ese es el mecanismo. El oficialismo lo hizo con todos. Incluso con los medios de comunicación. Primero los intentan seducir. Después los intentan comprar. Y finalmente los combaten hasta intentar destruirlos.

Lo hizo con los partidos políticos. Por eso hay radicales K, socialistas K y aunque suene insólito, la presidenta desde el día que asumió su segundo mandato está dividiendo incluso al kirchnerismo. De hecho muchos de los principales socios que tuvo Néstor Kirchner hoy han sido marginados de las cercanías del poder. Y a las pruebas me remito: empresarios como los Eskenazi, Jorge Brito o los hermanos Cirigliano; sindicalistas como Hugo Moyano o Julio Piumatto, funcionarios como Alberto Fernández, intendentes como Sergio Massa o gobernadores como Daniel Scioli. Todos, mas temprano que tarde, han sido o están siendo marginados y transformados en enemigos. A todos les han exigido la rendición incondicional a cambio de no mandarlos a la Siberia.

Autoritarismo en estado puro. No hay matices. Si no estas con nosotros, estas contra nosotros. Amigo o enemigo. Lógica binaria que destruye la diversidad plural de la democracia. Lo más grave es que, si la intención de derrocar al gobernador Scioli se concreta, se habrá fracturado también a la provincia de Buenos Aires. Se habrá malversado la soberanía popular de casi el 40% del padrón nacional.

La presidenta, lenta pero inexorablemente, se fue recluyendo en un núcleo muy chico a la hora de gobernar. Habla con poca gente y escucha menos todavía. Su gobierno se convirtió en un unicato que algunos llaman cristinato. Nada mas alejado de un gobierno de unidad nacional como el que vagamente convocó desde Tucumán. Esta expresión del sectarismo apareció con un cántico de los jóvenes de La Cámpora que decía “Universidad de Néstor y Cristina/ y al que no le guste/ Gorila, gorila”. La mas popular de esas consignas en la izquierda solía ser: “Universidad de los trabajadores/ y al que no le gusta/ se jode, se jode”.

Es un cambio y un retroceso. Unos querían una universidad al servicio de los que más necesitan y otros al servicio del matrimonio presidencial. Son símbolos. Les faltó cantar, remedando los 70, “Ni sectarios ni excluyentes/ cristinistas solamente”. Unidad y unicato son los palabras parecidas. Pero significan todo lo contrario.