No hablo de Hamlet ni de Dinamarca pero algo huele a podrido en el Congreso de la Nación. No es necesario citar a Shakespeare para darse cuenta de que estamos ante una tragedia cívica. Porque hay palabras que repugnan la conciencia y la ética republicana que no deben pronunciarse en vano en ese sagrado recinto donde el pueblo delibera a través de sus representantes. Una de esas palabras es Banelco. En cualquier lugar esa palabra es símbolo de cajero automático o de tarjeta de débito y crédito. En el Parlamento argentino esa palabra es sinónimo de corrupción, de coimas, de pagos ilegales para cambiar la voluntad de los legisladores, de escándalo. Por eso es tan grave que Elisa Carrió haya dicho que ayer funcionó la Banelco de Cristina y no la de De la Rúa.

Está diciendo que hubo sobornos y eso es un escándalo acá y en la China. Con eso no se juega. No es una acusación política. Es lisa y llanamente la imputación de un delito. Y la doctora Carrió no estuvo sola. Diputados de otros 4 bloques hicieron denuncias en el mismo sentido aunque con menos contundencia. La doctora Carrió llegó a hacer nombres y apellidos y apuntó hacia Aníbal Fernández. Por eso el jefe de gabinete salió a cruzarla con todo. La acusó de estar en una grave condición psíquica y la desafió a contar como hace para financiar el alto nivel de vida que lleva.

Elsa Alvarez, la radical de Santa Cruz anunció indignada que su voto no estaba en venta pese a los tres llamados que había recibido para pedirle que por lo menos se ausentara del recinto. Dijo que uno de esos llamados vino de alguien de la Casa Rosada.

El macrista Federico Pinedo reconoció con autocrítica y dolor que en su propio bloque había ausencias que eran muy difíciles de explicar. Cynthia Hotton del bloque “Valores para mi país”, a punto de quebrarse en llanto denunció sin dar nombres que una persona que estaba en el recinto y que ella quiere mucho le dijo que le iban a dar algo y que sus proyectos no eran nada al lado de lo que le podían ofrecer.

Felipe Solá aseguró que diputados de distintos bloque recibieron ofertas, también reconoció que hubo ausencias opositoras muy difíciles de explicar y que había cosas que en la Argentina no se podía repetir en obvia alusión al tema de la Banelco. Quiero recordar que cuando hay una coima, un favor, una dádiva, un soborno, siempre se necesitan dos. Uno que corrompe y otra que es corrompido. Uno que paga y otro que cobra. Por eso digo que estamos ante uno de los temas más delicados de los últimos tiempos. Tiene razón el diputado Agustín Rossi cuando dice que no hay que manejar livianamente semejantes acusaciones. Que hay que dar nombres, fechas, horas, números telefónicos y aportar todas las pruebas que se puedan para establecer la verdad y nada más que la verdad. Insisto en que creo que no hay que andar con eufemismos y llamar a las cosas por su nombre. Si hubo Banelco hay que denunciarlo y respaldarlo con toda la fuerza. Pero también hay que tener mucha responsabilidad institucional y rigurosidad en los datos porque cuando se ensucia la honra de alguien se sabe como comienza pero no donde termina. Es una mancha y un descrédito que puede extenderse hacia todo un bloque, hacia todo un partido e incluso hacia todo el recinto. Hay una cosa que puede afirmarse sin temor a equivocarse: algo huele a podrido en el Congreso de la Nación. Todos los diputados bien nacidos, honrados y democráticos deben contribuir a establecer de donde viene ese hedor nauseabundo. Para que no paguen justos por pecadores. Para que haya premios y castigos. Para extirpar a los corruptos de cualquier partido y para fortalecer a los honestos. Así se consolida la democracia. Con verdad, justicia y condena. Con transparencia y sin banelcos.

Carrió, Hotton, Banelco