Con la voz entrecortada y sus ojos empañados, Cristina Fernández de Kirchner confesó su angustia:”Fue muy duro lo que viví, durísimo…No se todavía cómo estoy aquí sentada contándote los detalles. ¡Imaginate el momento!

Néstor allí, tan vulnerable y expuesto, nunca lo vi tan vulnerable. Parecía un pajarito asustado, me miraba y se puso en mis manos. Lo miraba y tenía ganas de abrazarlo y decirle que nada malo iba a pasar, que todo iba a salir bien, pero no podía, no podía mostrarme así delante de él. Las lágrimas me subían a la garganta y me escondí en la pieza de las enfermeras a llorar. Lloré como nunca”. Este testimonio conmovedor es un fragmento del libro “Reina Cristina” de la periodista Olga Wornat y puede servir apenas como una leve aproximación a lo que la presidenta de la Nación sintió y sufrió ayer con la muerte de su esposo. El relato se refería al momento mas grave que tuvo que atravesar el ex presidente. Fue cuando estuvo varios días en terapia intensiva del hospital de Río Gallegos luego de una feroz hemorragia y una gastroduodenitis aguda. Había llegado vomitando sangre y había perdido dos litros y medio. Todo el mundo temió el cáncer de colon, la enfermedad por la que murió su padre.

La desaparición física de Néstor Carlos Kirchner el conductor y estratega indiscutido del proyecto que hoy está en el poder, abrió una serie de interrogantes respecto de quien será el nuevo constructor y mostró en toda su dimensión la fractura expuesta de una sociedad dividida por el odio. Tal vez como nunca antes desde la división entre peronistas y gorilas, la mayoría de los argentinos politizados se atrincheró irreductiblemente en el amor o en la bronca a Kirchner.

Esa forma dicotómica de acumulación fue envenenando las venas de una sociedad hasta límites peligrosos. Los mensajes en los contestadores telefónicos de las radios, los comentarios en las páginas web, los 140 caracteres inyectados en sangre casi siempre en forma anónima y cobarde abrieron mas la brecha que existe entre esos dos países. Para los fanáticos (tanto los kirchneristas como los anti que actuaban en espejo) los sentimientos encontrados les hacían calificar como repudiables a todas las posturas. Si los comentarios eran, como correspondía frente al dolor, respetuosos, serenos, sin cargar las tintas sobre las diferencias y los errores de Néstor Kirchner la acusación eran de oportunismo e hipocresía.

El mismo texto u opinión prudente era descalificada por los que odian a Kirchner diciendo que no era un día de luto sino que era un día de fiesta. Repugnante fundamentalismo de un lado y del otro que nos lleva a los peores escenarios. Refundación de un odio visceral que degrada la condición humana y tapiza de trampas a la política.

Imposible no recordar aquel texto maravilloso de Eduardo Galeano en “Memorias del Fuego”: “Viva el cáncer!, escribió alguna mano enemiga en un muro de Buenos Aires. La odiaban, la odian los biencomidos: por pobre, por mujer, por insolente. Ella los desafía hablando y los ofendía viviendo. Nacida para sirvienta, o a lo sumo para actríz de melodramas baratos. Evita se había salido de su lugar. La querían, la quieren los malqueridos; por su boca ellos decían y maldecían. Además Evita era el hada rubia que abrazaba al leproso y al haraposo y daba paz al desesperado, el incesante manantial que prodigaba empleos y colchones, zapatos y máquinas de coser, dentaduras postizas, ajuares de novia. Los míseros recibían estas caridades desde al lado, no desde arriba, aunque Evita luciera joyas despampanantes y en pleno verano ostentara abrigos de visón. No es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban.

No se sentía el pueblo humillado sino vengado por sus atavíos de reina. Ante el cuerpo de Evita, rodeado de claveles blancos desfila el pueblo llorando. Día tras día, noche tras noche, la hilera de antorchas: una caravana de dos semanas de largo. Suspiran aliviados los usureros, los mercaderes, los señores de la tierra. Muerta Evita, el presidente Perón es un cuchillo sin filo." Hasta allí, Galeano. Pero no se trata de comparar a Kirchner con Evita, aunque Hugo Moyano en su declaración mas audaz dijo que después de Perón y de ella, nadie hizo tanto por los trabajadores como Néstor. Es muy temprano. La historia los irá acomodando en esas jerarquías arbitrarias. Lo que todos los argentinos bien nacidos debemos combatir como si fuera un incendio es ese rencor en llamas. Solo hay que tenerle rabia a la muerte. Y a los que matan. Jamás desear la muerte de nadie. No tengo una pared ni un aerosol a mano. Ni siquiera un muro de facebook. Solo esta columna para proclamar con toda humildad: “Muera el paro cardíaco respiratorio”. Esa la única manera de superar y no repetir la historia trágica.