He llegado, estoy en casa
Hay un poema muy práctico que puedes aprenderte de memoria, y contarlo nos puede servir mucho para lo que vamos a hablar.
Hay un poema muy práctico que puedes aprenderte de memoria, y contarlo nos puede servir mucho para lo que vamos a hablar.
“He llegado, estoy en casa, aquí y ahora. Soy estable, soy libre y moro en lo último”.
Así es el poema, más bien un mantra, que podemos repetir durante la meditación sedentaria o un paseo meditativo. Cuando inspiras y das un paso, puedes decir: “he llagado aquí, y ahora he dejado de correr. He estado desplazado durante toda mi vida pero ahora me he dado cuenta de que la vida está aquí; he decidido dejar de correr. La felicidad solo es posible en el momento que te detienes”.
“Stop”, “para”, como cuando las señales de tráfico te recuerdan que hay un momento en que hay que detenerse. Deja de correr porque la vida está aquí en el momento presente. Tenemos que adiestrarnos a esto que estoy diciendo. Cuando exhales (cuando sueltes el aire) puedes decir “estoy en casa, ¡ya estoy en casa! Y no tengo que seguir corriendo; por fin estoy en casa, en mi verdadero hogar, y la dirección de mi casa es muy sencilla; vida, aquí y ahora”.
La Paz sólo es posible en el momento en que te aquietas; por ello el hecho de detenerte es un aspecto tan fundamental de la religión budista, como el de la tranquilidad y de la necesidad de la paz cotidiana. Son dos las facetas fundamentales de la meditación: detenerse y mirar profundamente. Cuando te detienes te conviertes en alguien estable y concentrado. De ese modo, puedes mirar con atención y darte cuenta de la naturaleza profunda de lo que es, una comprensión que acaba librándose del sufrimiento.
La mirada profunda sólo es posible después de haberte detenido, cuando nos “sentamos en el cojín”, como es tan habitual en términos budistas: cuando a esto se refieren, significa que van a meditar; se sientan con las rodillas en loto y en ese momento es posible meditar y “llegar a casa” como decía antes. No tenemos por qué practicar la religión budista ni ser budistas, pero sí podemos aprovechar esta filosofía, esta manera de vivir, que no es religión. Es lo que nos puede ayudar a entendernos y a vivir de un modo más tranquilo.
Cuando nos sentamos en el colchón, en la cama, en el suelo, o aún cuando estemos lavando los platos en la cocina, debemos detenernos. Debemos hacerlo de tal modo que sea posible la detención. Debes procurar proporcionarte alegría, paz y felicidad. Y si lavar los platos no te proporciona felicidad, debo decirte que no te sirve como práctica, y que en realidad no estarás lavando los platos de un modo presente aquí y ahora.
La cocina, por ejemplo, es un lugar de práctica. Los monjes, las monjas y los legos siempre lavan los platos con atención. El hecho de lavar los platos no consiste sólo en el hecho de limpiarlos sino en vivir cada proceso del lavado. Lava los boles y los platos de modo que te sea posible la felicidad, la alegría y la paz. Debes hacerlo como si se tratase de un acto sagrado, como si estuvieras bañando al niño más hermoso de mundo, a tu ser más querido o al mismísimo Buda.
“He llegado, estoy en casa, aquí y ahora. Soy estable, soy libre”; ese era nuestro poema. Dos frases que pueden ayudarte a experimentar mucha alegría y mucha felicidad. Cuando camines hacia la mesa para coger algo, estate atento o atenta a los pasos que das. De ese modo es posible la paz y la vida; se extiende la vida, se alarga la vida. ¿Por qué? Porque con cada paso que das estás llegando a algo que “soy yo, ya estoy aquí, estoy en casa”.
Cada paso que das, cuando agarras la computadora, cuando limpias, cuando caminas en el súper, cuando vas hacía el trabajo, cuando estás en el trabajo, en el stress de lo laboral, debes decir “estoy aquí, he llegado, estoy en casa, aquí y ahora. Soy estable, soy libre y moro en lo último”. Esto significa que llegas al aquí y al ahora, a la realidad última. Esta es realmente la práctica de detenernos, la práctica importante, la práctica de estar y de permanecer.